RELATOS DE VIDA
Todo empezó como un acto de nobleza mezclado con la inocencia de los más pequeños que habitan en la privada habitacional, creían que levantar a un cachorro de la calle sería su acto bueno del día, además que no tendrían dificultad para cuidarlo si lo hacían entre todos.
Durante los primeros dos meses, la misión se mantenía, “Manchitas” era alimentado con las sobras de comida que todos los niños le daban de sus casas, a la entrada de cada una de ellas también tenía un recipiente con agua y un espacio para dormir.
Todos en la privada lo conocían bien y lo aceptaban, era tanta la confianza del perrito que un día ingresó a la privada con una compañera canina, quien tomó el lugar como su hogar, sin que los residentes se rehusaran a la presencia de otro visitante.
Al cabo de dos meses más, los dos perritos se convirtieron en cinco, los niños de la residencia eran las más felices, se la pasaban jugando con los tres cachorros nuevos, y mantenían la misión de alimentarlos y cuidarlos, pero la resistencia de los habitantes comenzaba a sentirse y escucharse, pero lo dejaron pasar, porque la familia perruna era buena guardiana de la privada.
Tiempo después, comenzaron a llegar más perros callejeros a la privada, y si bien solo hacían acto de presencia de entrada por salida, el lugar simulaba una perrera pública, con la inconveniencia de que había más desorden, los nuevos visitantes regaban la basura contenida en bolsas, hacían sus necesidades en cualquier lugar y en ocasiones eran agresivos.
La buena acción del día se convirtió en una problemática, y en una reunión vecinal acordaron solicitar la intervención de las autoridades de salubridad para que se llevarán a los paracaidistas y solo conservar a la familia de perros original.
Las autoridades llegaron a los tres días, pero al ser fin de semana, los vecinos no se encontraban, y la perrera recogió a todos los canes que estaban dentro de la privada, incluidos “Manchitas” y su familia; fue al siguiente día cuando los residentes detectaron que no estaban los canes, y se creyeron la idea que en un par de días regresarían.
El tiempo pasó, y “Manchitas” no regresó, él y su familia esperaban que fueran a reclamarlos en la perrera, y justo un día antes de ser sacrificados los niños y los vecinos llegaron para llevarlos de regreso, extrañaban a sus guardianes privados, que fueron confundidos con los paracaidistas denunciados.