RETRATOS HABLADOS
Pasado mañana termina el mes de julio. Empezamos el cierre de 2025. Y poco, o nada cambia el entorno político, económico y social ya no solo de México, sino del mundo entero. Algo sucede que caminamos en una espiral que se dispara hacia un futuro incierto, por momentos absurdo, pero esencialmente incomprensible.
Lastimados por la desilusión de los años, de la edad en que resulta imposible regresar a los proyectos abandonados en la juventud, porque simple y llanamente los años se agotan, y es necesario, urgente, vivir el día a día, carentes de cualquier certeza; simplemente vivir, porque el arte fundamental de la existencia humana es eso: vivir.
Algo sucede, queremos pensar que es un misterio, pero con toda seguridad no es así. Pasa que hay una cuenta regresiva en el inconsciente de toda persona, que se detona en un momento determinado y es imposible pararla.
De lo político nos damos a la tarea de desechar toda construcción real, porque ahora vemos con otros ojos lo que parecía imposible, y delegamos esa tarea a las nuevas generaciones, porque de repente descubrimos que somos la historia anónima, que creyó en tantas cosas inútiles de origen. Y eso duele.
Porque la sociedad, con eso de que todo se hace testimonio en las cámaras de los teléfonos celulares, juzga con tanta facilidad, condena con absoluto gozo, y es una enorme felicidad ver que otros son peores que uno; que una conductora de noticiarios sale a pedir perdón por quién sabe qué razón, pero no será perdonada, porque el linchamiento ya se puso en marcha, y lo que menos importa es saber la verdad.
Es la abrumadora cantidad de imágenes que corroe la posibilidad de pensar, de reflexionar. Es mirar, volver a mirar, levantar la mano y poner el dedo pulgar hacia abajo para emular al emperador desquiciado, pero gozar la posibilidad de llevar al ostracismo eterno a los que tuvieron la osadía de equivocarse frente a un celular.
Y es también la desilusión machacona, que un día cualquiera nos hizo ver la verdad, neta absoluta de la vida: ir hacia la nada, porque ninguna revolución, violenta o pacífica, sirvió para maldita la cosa, como no sea impulsar el encumbramiento de una nueva clase poderosa, ansiosa de poder, para hacer lo mismo a los que corrieron a patadas, y aún peor, porque sin esperar guardar las apariencias siquiera, optaron por ser peores, cuando pudieron ser los mejores.
Así que pasado mañana empieza el mes de agosto. Y luego septiembre. Y después el fin del año, y en ese momento viene lo peor, porque después de ciertas décadas vividas, nadie de esa generación tiene garantía alguna de que mirará el cierre del 26, del 27.
Es la vida.
La vida nada más, que empezamos a comprender cuando no hay de otra que comprenderla.
Busque por eso en el almacén de los recuerdos, algo que anime el andar por un nuevo mes. Algo que le diga que, después de todo, ha valido la pena, con todo y que nada cambiará, como no sea uno mismo.
Hágalo, porque es la única posibilidad de adelantar los festejos de la Nochebuena, en muchos, muchísimos, la renovación de todo.
Mil gracias, hasta mañana.
@JavierEPeralta