RELATOS DE VIDA
Faltaba un día para la llegada de los fieles difuntos, todo el día se la pasaron en la cocina preparando los alimentos que ofrecerían a los abuelos y abuelas, y a los tíos que también ya se fueron; mientras que los primos adornaban y colocaban estratégicamente cada fruta, flor y foto en el altar de varios niveles.
La casa se llenó de colores del papel picado y la flor de cempasúchil, que se mezclaron con los olores de la calabaza, el mole, los tamales, y de la fruta que ya se encontraba en la ofrenda, naranja, mandarina, guayaba, y un poco de copal que se impregnaba en cada rincón del lugar.
Después de varias horas, la comida ya estaba servida en el altar, ese que también se llenó de recuerdos, anécdotas, amor y mucho respeto, ese que por fin se encontraba listo para recibir a todos sus antepasados que siguen siendo recordados y venerados.
Fue un trabajo intenso, de varias horas, sentimientos y añoranzas, pero con la fe firme de que al día siguiente, todos sus seres queridos, encontrarían el lugar de regreso a casa en donde les esperaban las delicias que en vida degustaron y disfrutaron, al momento de participar en la puesta del altar.
Al día siguiente, todos acordaron regresar a la casa de los abuelos, lugar en el que cedieron poner la ofrenda y quedarse a dormir para que sus difuntos los vieran juntos, en homenaje a todas las enseñanzas que ofrecieron en vida, y en el día posterior, poder “llorar al hueso”.
Pasaron el día comiendo lo que cada quien había llevado, tomaron algunas cervezas, incluso pulque, cantaron, también lloraron y se abrazaron, hasta que quedaron todos dormidos, como en un picnic, pero dentro de casa.
Pasada la medianoche, uno de los jóvenes de la familia se levantó al baño, al regresar a la estancia para seguir durmiendo, se quedó sin habla al observar que todos sus familiares que se habían adelantado en el sueño eterno estaban parados alrededor de toda su familia, cada uno tenía algún alimento en la mano, y observaban fijamente y con amor a todos los integrantes.
No quiso interrumpir la escena, aunque era digna de una fotografía, posiblemente por miedo o porque se encontraba en shock, así que lentamente se regresó al baño y se metió a la tina, en donde rápidamente se quedó dormido, hasta que fue encontrado por su papá quien lo despertó para conocer la razón por la que se encontraba en el baño.
El joven quiso explicar lo que había sucedido, pero sabía que por muy creyentes que fueran, nadie le creería, así que solamente respondió que se le quitó el sueño y para no despertarlos, acudió a recostarse en la tina para ver una película hasta poder quedarse dormido; la explicación fue suficiente para el padre, quien contó la historia como una cómica anécdota, mientras que el adolescente esbozaba una sonrisa, por la felicidad de haber visto a sus fieles difuntos.