RETRATOS HABLADOS
Se trata de una cita que todos hacen de memoria, pero incompleta, tan recortada, que acaba por no entenderse, o simplemente se queda en una frase para la posteridad, como la de los héroes de anaquel, vitrina o imagen sin sentido alguno. Ha servido, desde que alguien se dio cuenta de su eventual interpretación, su eventual uso para fines muy particulares.
Por esa razón, y sin afán alguno de instrucción, le transcribo completa esta aseveración del periodista polaco, Ryszard Kapuscincki, que se incluye en el brevísimo libro, “Los cínicos no sirven para este oficio”:
“Creo que para ejercer el periodismo, ante todo hay que ser un buen hombre, o una buena mujer: buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias. Y convertirse, inmediatamente, desde el primer momento, en parte de su destino. Es una cualidad que en psicología se denomina “empatía”. Mediante la empatía, se puede comprender el carácter del propio interlocutor y compartir de forma natural y sincera el destino y los problemas de los demás”.
“En ese sentido, el único modo correcto de hacer nuestro trabajo es desaparecer, olvidarnos de nuestra existencia. Existimos solamente como individuos que existen para los demás, que comparten con ellos sus problemas e intentan resolverlos, o al menos describirlos”.
“Sin estas cualidades, podréis ser buenos directores, pero no buenos periodistas. Y esto es así por una razón muy simple: porque la gente con la que tenéis que trabajar -y nuestro trabajo de campo es un trabajo CON la gente- descubrirá inmediatamente vuestras intenciones y vuestra actitud hacia ella. Si percibe que sois arrogantes, que no estáis interesados realmente en sus problemas, si descubren que habéis ido hasta allí sólo para hacer unas fotografías o recoger un poco de material, las personas reaccionarán inmediatamente, de forma negativa. No os hablarán, no os ayudarán, no os contestarán, no serán amigables. Y, evidentemente, no os proporcionarán el material que buscáis”.
“Y sin la ayuda de los otros no se puede escribir un reportaje. No se puede escribir una historia. Todo reportaje -aunque esté firmado sólo por quien lo ha escrito- en realidad es el fruto del trabajo de muchos. El periodista es el redactor final, pero el material ha sido proporcionado por muchísimos individuos. Todo buen reportaje es un trabajo colectivo, y sin un espíritu de colectividad, de cooperación, de buena voluntad, de comprensión recíproca, escribir es imposible”.
Usted habrá distinguido a LOS OTROS, como eje central del trabajo de Kapuscincki, y el planteamiento de que el ejercicio periodístico implica, ante todo, desaparecer, olvidarnos de nuestra existencia, porque la existencia individual tiene razón cuando se realiza en los demás, al menos en esta tarea de contar lo que viven los demás, no uno.
Esa es la razón fundamental por la que el periodista polaco, logró cristalizar uno de los trabajos más trascendentes en la historia de este trabajo: antepuso a los otros, materia fundamental de su labor; supo ser empático, supo pues ponerse en los zapatos de quienes le contaban su vida.
Y en estos tiempos, en que existe un ansia irrefrenable por estar en primer plano, exhibirse como eje central del trabajo informativo, lo que menos existe es esta humildad para sean los otros justamente, el eje central de la historia. No, hoy la historia son los que la cuentan, los que se saben estrellas, se autonombran lo que no son, y se posesionan de una existencia para explotarla a su provecho, no para ser simplemente un elemento más de esa realidad.
A eso se refería Kapuscincki, cuando decía que, para ser un buen periodista, primero hay que ser un buen ser humano.
Mil gracias, hasta mañana.
Correo: jeperalta@plazajuarez.mx
X: JavierEPeralta