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Hidalgo
domingo, diciembre 22, 2024

Otra sopita 

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PEDAZOS DE VIDA

La sopa instantánea se derramó por el suelo, ahí quedó tras el incidente. En el lugar, una burbuja invisible de tensión se abrió paso, fue una bomba que rompió con la tranquilidad de comerciantes y transeúntes. 

Minutos antes, en el puesto de comida rápida, El Grillos había pedido unos dorilocos y La Katy unos Doritos con esquites, El Grasitas se pidió su sopa “Marucha” con esquites y mollejas de pollo, la misma que ahora estaba en el suelo sin que hubiera podido ni probarla siquiera. De un momento a otro El Toro, de un manotazo le tumbó el recipiente y con otro le “acarició” la cara. 

“¡Chulo que te ves, hijo de la chingada!” Dijo El Toro con la característica voz que tenía después de la operación que lo dejó convertido en una contradicción, ya que nadie podía imaginar que en el cuerpo robusto de un hombre de más de un metro noventa, con la rudeza de expresiones corporales y con rostro de expresiones duras, habitara una voz quebrada que cada vez que salía lo hacía parecer estar al borde del llanto. 

Y tras los manotazos y el cachetadón, empujó al Grasitas como provocando la riña. El Grasitas no era tan alto como El Toro, pero también tenía lo suyo, su complexión era obesa pero maciza, parecía de esos luchadores panzones pero corpulentos, sin embargo, no contestó la provocación. 

En tanto, un círculo de gente comenzaba a arremolinarse para ver cuándo El Papitas a nombre del Toro mando a todos a la chingada “¡¿Ahora qué se les perdió?, pinche gente metiche! ¡Esto es entre estos carnales, ¿ustedes qué ven?!” Y la gente comenzó a transitar de nuevo, mientras El Toro y El Grasitas se veían a la cara. 

“¡Es la última vez que te aviso, pinche gordo! O  me pagas lo que me debes o ya sabes dónde te tendrán que ir a buscar”, dijo el Toro mientras con su dedo índice señalaba al culpable de su coraje. Habían pasado tres meses desde que tenía que haber pagado la deuda de seis mil quinientos pesos y tras amenazarlo, se dio la vuelta para irse. 

Luego de unos minutos, la sopa instantánea junto con las menudencias de pollo se convirtieron en alimento para dos perros callejeros. Mientras El Grasitas y los otros regresaban del puesto con una sopa nueva. El Toro no tardaría en ajustar las cuentas. 

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