RETRATOS HABLADOS
Pasaron las elecciones del Poder Judicial.
Parece que, en esta nueva sociedad mexicana, en definitiva, no pasa nada que nos pueda sorprender. Apenas nos levantamos de la cama, ya hay todo un listado de nuevos difuntitos en el país. Y eso es algo incluso ya cotidiano, pero que de ningún modo es normal. Nunca lo será.
Si el presidente antes designaba a los integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, todos lo saben. Pasaba por un filtro nada complicado de la Cámara de Diputados, y finalmente quedaban casi todos los que había propuesto el jefe de la nación.
De ningún modo el afán del Poder Judicial era enfrentarse cotidianamente al Ejecutivo. Siempre llevaron una relación, digamos cordial y de contribución.
Lo que pasó después era previsible, porque nadie en los últimos tiempos había manejado el poder de manera tan personal, tan absoluta.
Y sucedió lo que tenía que suceder.
Así que vino una elección que nunca debió realizarse, primero porque el país no está para gastos de este tipo, y si algo falta son recursos.
Segundo, porque sin duda el Poder Judicial urgía de mejoras a fondo para combatir vicios de todo tipo. Pero NO TODO ESTABA MAL, vaya pues, no había bases para tumbar lo que existía y procede al invento de un algo que no se sabe en qué consiste, y pocos entienden.
Y por todo, las elecciones ya pasaron.
Y empezamos una nueva semana, que ya va a la mitad, sin saber, a ciencia cierta lo que habrá de venir.
Hay un sentimiento raro de tristeza, de sincera desilusión.
El poder, que se inventó para que una sociedad acabe dividida de manera definitiva, y nunca regrese siquiera la intención de que todos podamos caminar juntos, en pos de un objetivo común y en beneficio de todos.
Eso, y es lo que entristece, ya nunca regresará.
Mil gracias, hasta mañana.
@JavierEPeralta