PEDAZOS DE VIDA
Hay historias que aunque no se cuentan en su totalidad, tienen un inicio y un final, ahí quizá nos acordamos que la historia “ha sido contada”; sin embargo, pocas veces conocemos la historia completa, porque eso implicaría conocer desde la procreación del protagonista hasta la muerte del mismo.
Estoy consciente de que ninguna historia se ha podido contar de manera completa, siempre hay un sesgo de fantasía, de recuerdos mal planteados, de vivencias mal acomodadas, siempre hay un hueco en el que podemos cambiar el papel en el que el personaje e incluso nosotros mismos en la vida, quedamos.
Mentiras que tras repetirse de manera constante se convierten en recuerdos de una realidad que creamos y que nos creímos, pedazos de historia que nadie más recuerda de la misma forma en que la persona que archivó el recuerdo lo hace.
A mí me gusta que cuando me cuentan una historia me cuenten el final, que la terminen, pues. No le voy a mentir, fueron 14 veces, mientras estuvimos sentados, en las que el miserable que se quedó mirando el cielo, me dijo que en el tianguis una mujer le había dicho que él era muy bueno para vender, que la mujer trabajaba en unas oficinas de gobierno y fueron no menos de seis veces en las que el teporocho ese me preguntó mi nombre.
Luego regresaba a contar otras partes de la historia, que vivía en una ciudad cercana, que no tuvo fortuna, que había vivido con buen ánimo hasta que se encontró con “el diablo” del trago, que el espíritu del mal se le enredó como serpiente al cuerpo, y desde entonces no lo había soltado. Y nuevamente me decía del tianguis, donde una vez estuvo vendiendo, que una mujer muy guapa le había dicho que sabía vender muy bien.
En cada vuelta del espiral en que convirtió a su historia, yo iba encontrando nuevas pistas pero a la novena ya no hubo más, la historia se repitió con todo lo que había dicho con anterioridad, y yo, como imbécil, seguía escuchando. Escuchando como las palabras se le iban de la boca como vómito que no sale y termina siendo tragado de nuevo.
Una vez, me encontré con una señora en la colectiva, me bajé cuatro paradas después porque la historia que me estaba contando era muy interesante, aquella vez perdí mi trabajo, pero la historia la supe completa, no me dejó con ganas de saber más.
Señor, hay cosas que no se aguantan en esta vida, y si ese hombre se quedó mirando al cielo fue porque no me terminó de contar la historia. Habemos gente que no dormimos hasta leer la última letra de un libro, gente que no nos levantamos hasta que acaba la película, ¡con todo y créditos, eh! Habemos gente a la que nos hierve la sangre cuando una historia entra en un bucle y no se resuelve jamás. a
Así pasó, y por eso lo maté.