No fue claramente el sorteo de Roland Garros con el español Rafael Nadal, obligado a sacar su mayor nivel si quiere superar la primera ronda tras haber sido emparejado con el alemán Alexander Zverev.
Había un riesgo para el ganador de catorce ediciones del Grand Slam de tierra batida de caer contra un pez gordo en el debut de la que será su despedida de la arcilla sobre la que ha construido buena parte de su leyenda.
Y el azar le fue esquivo, colocándole por delante un rival de peso, el cuarto del mundo, en plena forma, como demuestra su reciente triunfo en Roma, y acostumbrado a tener buenos resultados en París, donde ha disputado las semifinales de las tres últimas ediciones.
Particularmente dolorosa para el germano fue la de 2022, en la que plantaba cara a Nadal cuando deslizó a por una bola, su pie quedó enganchado y su tobillo se quebró de forma dramática, enviándole a la enfermería y privándole de casi un año de competición.
El español avanzó a la final y acabó besando su decimocuarta Copa de Mosqueteros, pero tras confesar que lo hizo con un pie casi anestesiado por el dolor, comenzó un calvario que le llevó a quedar fuera de las pistas casi dos años.
Prometió volver en 2024 antes de decir adiós a su carrera con dos objetivos en su punto de mira: sumar su décimo quinto Roland Garros, con 38 años, y buscar el oro olímpico en el mismo escenario.
El año no ha ido como Nadal esperaba. Las lesiones le han seguido torturando y el balear no ha tenido el rodaje que quería, ni ha podido recuperar ránking suficiente que le pusiera a salvo de rivales de entidad en las primeras rondas de París.
Ausente de Montecarlo, eliminado en segunda ronda de Barcelona, en octavos de Madrid y en segunda de Roma, el proyectil de Nadal no lograba cobrar altura y así llegó expuesto al sorteo de París donde todo el público francés sueña con una resurrección.
«Rafa es Rafa»
Las esperanzas son ahora un poco más bajas, pero la frase «Rafa es Rafa» es la que más se repite en los pasillos del torneo.
«Ha sido una pena», reflexionó Amélie Mauresmo, la directora del torneo, nada más conocerse el cruce con Zverev, al tiempo que recordó que ella no tiene potestad para proteger el sorteo.
Como casi todo París, la ex número 1 no quiere que el homenaje que reservarán a la leyenda más grande del torneo sea tan prematuro.
La suerte pudo ser todavía peor, porque situado donde le situó el sorteo, podía haberle caído en suerte su compatriota Carlos Alcaraz. Pero la mano «inocente» de la triple campeona olímpica Marie-José Perec, decidió que fuera el germano.
Pese al pesimismo reinante entre una afición que ha venido aclamando al español en cada uno de sus entrenamientos desde que el pasado lunes puso su pie en la tierra batida de París, Nadal tiene argumentos para superar a un rival muy en forma, pero al que ha ganado en siete de los diez duelos anteriores.
Su nivel de entrenamiento ha ido en aumento estos días haciendo las delicias de los aficionados, que este jueves no pudieron presenciar el set que jugó, y ganó, al ruso Daniil Medvedev, quinta raqueta del mundo.
Si el físico le respeta, Nadal sigue manteniendo cierto aura en las pistas de París, donde solo suma tres derrotas en 115 partidos y donde a cinco sets su figura se agranda.
Además, Zverev tiene cierta tendencia a enredarse en las primeras rondas sobre la tierra batida francesa, pero también es cierto que a sus 27 años ha ganado en madurez y atraviesa uno de los mejores momentos de su carrera.
El ganador de este duelo tendrá luego un cuadro algo más despejado hasta que en los octavos se mida, previsiblemente, contra el danés Holger Rune, antes de afrontar a Medvedev en cuartos y al número 1 del mundo, el serbio Novak Djokovic, en semifinales.
El defensor del título, que busca su cuarta corona en París y el vigésimo quinto Grand Slam, que agrandaría todavía más su leyenda, que llega a París sin haber sumado un título en todo el año, se cruza en octavos con el estadounidense Tommy Paul, antes de medirse en cuartos contra Ruud, doble finalista en París, y en semis frente a Zverev, Nadal o Medvedev.