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Hidalgo
miércoles, febrero 26, 2025

Mundos diminutos

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LAGUNA DE VOCES

El mantel de la mesa en que desayunamos, comemos y cenamos, donde también escribo casi todas las noches, tiene dibujados cuadros con flores. Es blanco en su totalidad, así que las figuras se destacan por el uso de un hilo más brillante, que no fue tejido a mano, aunque sí con una máquina de singular talento. Sus cuadros fueron diseñados con exactitud milimétrica, pero resultan mucho más grandes que aquellos destinados al simple ensamble de la tela. Debe haber millones de historias del mundo diminuto en sus fibras, y a veces resulta interesante disponer el oído para saber lo que se dice en ese otro universo, que no es alterno, ni pertenece a una dimensión oculta. Está aquí, a un lado de la computadora de manzana que envanece, de la botella de agua color oro, dorado, o vaya usted a saber. De una servilleta de la que no me separo luego de confirmar que soy presa fácil de las alergias pre-primaverales. De la jarra de plástico blanca con agua obtenida de un filtro que le otorga propiedades rejuvenecedoras. De las seis sillas de madera negra. Es decir que con bastante regularidad vivimos rodeados de artículos que parecen inanimados, pero que en su muy oculta intimidad, guardan mundos completos que podríamos observar, y a lo mejor hasta visitar, si tuviéramos la capacidad tecnológica de hacernos tan pequeños que difícilmente alcancemos a entender si somos vacío constante o partículas casi invisibles. Pero hablaba del mantel blanco, manchado en una esquina porque mi sobrino tiró el refresco al servirlo. Todos alcanzamos en un pliego de tela, y el asunto fundamental sería buscar cupo en el transporte que sale con regularidad del sillón donde duerme la mascota de nombre “Chalupa”, y que es una perrita que escapó de su infausto destino en las calles de la Ciudad de México, junto con su hermano “Tas”, hasta convertirse en parte de la familia cuando acompaña a mi hijo, que es su dueño. Con toda seguridad ella sí que oye o huele lo que nosotros no, y a veces se distrae y mira con intensidad la escalera que lleva a la planta alta de la casa, como si viera a seres que nosotros solo creemos existen, pero que ella observa de vez en vez. Debe haber mundos, universos infinitos en ese otro lugar que la física cuántica afirma está siempre, constante a la mano. Igual de grandes, claro a su escala, que los del firmamento, igual de imposibles de visitar, y solo dar por hecho que son realidad. 

En realidad, todo es una maravilla, que funciona con ingenio divino, y nos da la oportunidad del asombro, de querer contar paso a paso su organización a prueba de la destrucción, de conflictuarse con el mundo de los que no entendemos con certeza los engranajes tamaño atómico de esos mundos, tamaño gigante del cielo.

Así que el viaje más asombroso, nos espera. Tarde o temprano lo tendremos que hacer, y seguro tendremos la opción de ir al universo diminuto, o al del espacio interestelar. Será una elección complicada a más no poder, pero que finalmente absorberá lo que somos, y nos despertará en esos otros lugares, donde solo podremos recordar que eternamente buscaremos encontrarnos con el amor fundamental que persigue a todo ser humano.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajurez.mx

@JavierEPeralta

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