RELATOS DE VIDA
Pasaban las 9:00 de la noche, Rosaura estaba apurada para salir a comprar los enseres para la cena, el desayuno y el lunch de los niños, y la tienda estaba a punto de cerrar, tomó la cartera, una bolsa, las llaves de la casa y avisó a los hijos de su salida, no sin antes dar instrucciones sobre los deberes pendientes a cumplir antes de dormir.
Con lista en mano, para no olvidar algo, llegó al establecimiento a solicitar lo que decía el papelito, y conforme se lo daban lo guardaba en la bolsa, para finalmente realizar el pago correspondiente.
Una vez con todo lo apuntado, regresó a casa, que se encontraba a aproximadamente dos cuadras, caminó tranquila en tanto pensaba en las labores pendientes que llegaría a realizar para lograr dormir antes de las 11 de la noche.
Al llegar al hogar, preguntó a los menores lo que estaban haciendo y si habían avanzado en las obligaciones que faltaban, pero nadie respondió, escuchó que del baño y de uno de los cuartos provenía música, por lo que supuso que no la habían escuchado.
A la espera de que salieran, se dirigió a la cocina para acomodar los enseres y en su paso por uno de los sillones, saltó el más pequeño de los hijos, lo que provocó un salto mayor en Rosaura, seguido de un grito y un par de manazos.
El menor se reía mientras recibía los golpes ansiosos de la madre, a quien también se le escapó la famosa frase “chamaco cabrón”, y retomó camino hacia su destino original y continuar con los pendientes.
Minutos después de la inocente broma, que casi le ocasiona una golpiza, el pequeño tomó el celular de su madre, se le veía entretenido escribiendo y mantenía la risa burlona por la reacción.
Al acercarse Rosaura a checar lo que su hijo estaba haciendo con el dispositivo, se dio cuenta que la bromita había sido grabada, subida a las redes sociales y compartida a la familia.
Primero lo regañó y le propinó un par de zapes, después no tuvo más remedio que repetir el momento varias veces con sus hijos para revivir el ingenio y las risas.