PEDAZOS DE VIDA
Hay temores que se hacen presentes en cada etapa de nuestra vida; los primeros, son menos intensos ya que también suelen ser menos razonados, estos miedos se van incrementando conforme escalamos la montaña que nos hace dudar de la muerte y querer aferrarnos a la vida. De un momento pasamos del temor a la vida, al temor a la muerte.
Pero pocas veces comprendemos que el temor está enfocado a un mismo proceso que vemos de formas diferentes, porque cada paso que se da en la vida, es también un paso que se da en la muerte; de esta forma, festejamos un año más de vida en nuestro cumpleaños, sin percatarnos siquiera que ha sido un año que ha quedado en la historia, un año que ya se vivió, que ya es pasado, un año que no se puede recuperar porque aunque se haya vivido ya pertenece al mundo de los muertos.
Creemos que los miedos nos alcanzan pero en realidad sólo pasan de un polo a otro en una transición que va de la mano con nuestra existencia, nacemos con el temor a la vida, con el miedo que genera el separarnos del seno materno y comenzar un largo camino que con el paso del tiempo se vuelve efímero, creemos que hemos vivido mucho y de pronto la vida es insuficiente para leer aquellos libros, para escuchar las canciones que jamás conoceremos, para aprender los idiomas en los que nunca nos interesamos, para viajar por aquellos lugares que siempre vimos desde lejos.
Hay miedos que nos alcanzan, pero en realidad no pueden alcanzar lo que siempre han habitado, son miedos que se transforman dentro, que sentimos que nos alcanzan, son semillas que maduran y florecen en determinado momento, solo para decirnos que el temor ha alcanzado otro nivel, así fue aquella noche en la que la sombra se apoderó de su cuerpo y nadie se enteró de que ella había dejado de existir.