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jueves, marzo 27, 2025

Miedos (ir)racionales (Parte II)

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UN ADULTO RESPONSABLE

“No tengas miedo, solo Judas temió”

Frase archirecontra antigua

Lo bueno de ser adulto es que nos deshacemos de miedos, creencias que no habíamos comprobado, hasta que, como diría Alejandra Guzmán: “De pronto un día de suerte, se me hizo conocerte…” y no estuvo tan mal la primera experiencia, vienen a mi mente, por ejemplo: el aprender a nadar, la película aquella que parecía realmente espantosa, cuando te acercaste a esa chica y le contaste aquel chiste tan malo (que no le quedó otra que reírse, primero de ti, luego, con un poco de suerte, contigo).

Y es que no queda de otra, muchas veces tenemos que “agarrar el toro por los cuernos”, a mí me ha pasado un montón de veces con la aracnofobia, le digo a la araña: “con permiso” y trato de llegar al lugar donde debo ir sin tocarla. Lo malo fue cuando se me apareció en la regadera, digo, malo pero práctico, porque tenía la taza del baño cerca.

Pero (porque lamentablemente siempre hay un pero) también hay otros miedos que ya se vuelven traumas y nos acompañan por la vida: el no querer enamorarnos porque nos partieron el corazón en mil pedazos ya en más de una ocasión, el intentar hacer una vida mejor para la próxima generación y fallar (papás, trabajadores, maestros, etc…), el saberse bueno para algo que realmente no te apasiona pero que te da de comer y por eso sigues ahí. Me entristece un poco saber que hay tantos ejemplos de ello.

Pero como somos adultos, y como, en el mayor de los casos, no podemos derrumbarnos, tendemos a buscar salidas, algunos se refugian en el alcohol y/o las drogas; otros en su religión; algunos más en dejar de sentir y hacer de la monotonía su forma de vida cotidiana. En fin, cada quién sabrá, lo que sí es que cuando nuestros miedos nos dejan de preocupar, cuando ya no queremos ni enfrentarlos ni huir de ellos y empezamos a vivir por pura inercia, ahí está lo malo.

Y a eso hay que sumarle los miedos que  lamentablemente ya no está en nuestras manos solucionar. No podemos cambiar a nuestros jefes, estar siempre de acuerdo con nuestra familia, llevarnos de perlas con nuestros compañeros o ser los “good vibes” en cada ámbito de nuestro caminar (de hecho, los que lo intentan explotan o tienen un desgaste emocional terrible).

Y para afrontar el miedo siendo adultos responsables hay una dicotomía: el “valegorrismo” o la siempre sensual diplomacia. Debemos usar alguna de las dos (o ambas, según el caso) porque de otra manera acabaremos con la salud mental completamente distorsionada o “locos” como dice sencillamente “la momiza”. Porque si de algo estoy seguro en esta vida es que tratar de agradar a todos solo te vuelve una bomba de tiempo.

Los que utilizan la primera opción se divierten más pero pierden más oportunidades, son más honestos, pero en el camino acaban con amistades o relaciones. Los “valegorristas” parece que han resuelto el tema del miedo porque se vuelven temerarios, pero también tienen miedos, también son personas complejas.

La segunda opción es igualmente difícil, porque se basa en nunca perder el control, y sé por experiencia que eso se complica constantemente. Uno se vuelve demasiado amable con la gente que no se lo merece y está a un paso de convertirse en un hipócrita. Ese tipo de personas viven con el temor constante de ser “descubiertas”; cuando su “verdadero ser” sale al hablar (quejarse) con otras personas.

Los miedos, esos malditos miedos nos permiten crecer, desarrollarnos, lograr las cosas que creíamos imposibles. Esos miedos nos dejan lecciones increíbles y grandes experiencias para bien o para mal.
Nota: Ojalá todos logremos vencer nuestros miedos o, al menos, aprender a convivir con ellos a largo plazo.

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