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México y la sociedad del espectáculo

Luis Ángel Martínez
9 Min de Lectura

LUZ DEL PENSAMIENTO

El pasado 4 de septiembre en México se dio un cambio radical a nivel jurídico, no visto desde hace casi 50 años: la Cámara de Diputados aprobó la polémica reforma judicial, y ahora está a la espera de su aprobación en el Senado. La mayoría de los poderes autónomos creados en la década de los noventa enfrentan cierta amenaza. Si bien, estos eventos pueden ser preocupantes dependiendo de cómo se aprueben estos movimientos legales, no debe caerse en perspectivas tendenciosas que afirman que ha llegado el totalitarismo o las dictaduras. Más bien, lejos de esas ideas, el problema no radica en el compadrazgo ni en la aparición de una “ley de cuates”. 

El verdadero problema es que estos movimientos apresurados crean un caldo de cultivo que incentiva más corrupción en un poder judicial que ya está afectado. En resumen, la reforma propone la elección popular de los miembros del poder judicial. Aunque muchos temen una mayor “politización” de la justicia, esto es absurdo, ya que la justicia siempre ha estado politizada, ya sea a través de las urnas o bajo la mesa. La justicia en México necesita una reforma debido a su antigüedad, así como otras estructuras legales. Sin embargo, esta reforma, en esencia, no reforma nada.

Lo extraño y perverso de este asunto no es la aprobación en sí misma, sino la forma en que ha sido presentado mediáticamente. Aunque hay cientos de artículos, noticias, reportajes y opiniones sobre la reforma, sorprende la rapidez con la que se aprobó y el poco foco mediático que ha recibido, o mejor dicho, la des-focalización de este tema por otros asuntos. El mismo día de la aprobación, en el programa “La Casa de los Famosos”, el polémico influencer Adrián Marcelo fue expulsado, no por su comportamiento en el programa, sino debido a comentarios controversiales que llevaron a Unilever, multinacional dueña de marcas como Dove y Rexona, a retirar su patrocinio. Junto a él, otros miembros del programa también fueron despedidos, y se rumora una posible multa millonaria contra el youtuber. Mientras algunos críticos mencionan que estos espectáculos desvían la atención de temas urgentes, sus análisis suelen caer en la fórmula desgastada y clasista de que: la televisión = mala y el pueblo = tonto. Reducir el análisis a esa conclusión no dice mucho ni propone soluciones más allá de que la ciudadanía “deje de ser tonta”, como si el pensamiento crítico fuera la solución a todos los problemas o fuese accesible para todos desarrollarlo.

En 1967, el francés Guy Debord, escribiría su libro La Sociedad del Espectáculo, donde adelantaría algunas de las vivencias del presente. En su libro escribió que: «El espectáculo es la otra cara del dinero», hoy en día esto no nos parece raro, el entretenimiento forma ya una actividad económica establecida que ha evolucionado tecnológicamente, iniciando en la radio, pasando por la televisión y hoy en día globalizándose con el internet. Este autor no nos dice que el entretenimiento sea malo, sino que en la actualidad el entretenimiento se ha vuelto nocivo por nuestras condiciones económicas, por lo que dice que, al comprar algo, tiene un mayor papel en el consumo como se vea un determinado producto a lo que es en realidad. 

Esto nos parece evidente muchas veces, como sucedió hace varios años, cuando bajo la “concientización de ayudar al medio ambiente” y a las tortugas, se dejaron de usar popotes desechables por opciones más duraderas, pero el resultado no fue la solución de este problema ambiental. En los alimentos se vuelven muy famosos productos orgánicos o libre de gluten, cuando cientos de veces profesionales han dicho que no es necesario consumir alimentos libres de gluten sino se es celíaco (persona que tiene una reacción inmunológica ante la ingesta de esta proteína), además, estos alimentos son más altos en calorías que los normales. Pero las cosas no se compran por su uso, sino por la apariencia que dan.

Hasta acá lo que se menciona suena lógico porque es obvio y lo hemos vivido y visto históricamente múltiples veces, ya es bien sabido en la opinión pública que: «un proyecto ya sea político o económico usa a la mass media para sus propios fines», los ejemplos sobran, puede parecerse a las clásicas «cortinas de humo», pero se trata de más que cubrir noticias con otras. Cuando se trata de productos de consumo (programas, conciertos públicos o productos en general) muchos concluyen el tema y culpabilizan al consumidor, si bien hay algo de responsabilidad en él, esto no explica ¿por qué funciona y por qué se mantiene? Estos aparatos de medios funcionan no solo como las noticias desviando la atención, sino que incitan a participar en ellos. Juegan con los procesos cerebrales, aprovechándose de la sensibilidad de la atención, en un sentido relacional abusan de la presión social. Pero algo que no se puede dejar de tener en cuenta es que se relaciona con el entretenimiento, este no es malo porque tiene una importancia relevante en nuestra salud mental, nos aleja por un momento de problemas cotidianos que no podemos controlar y sobre todo permite «catarsis», nos relaja. El entretenimiento es una necesidad social y personal muchas de las veces, incluso algunos investigadores hablan ya de una necesidad humana de tener entretenimiento, como Xavier Roigé. 

Es por esto que el problema no puede reducirse a que es culpa de los consumidores hacerlo, aunque siempre tiene un grado de responsabilidad en la forma en que usan al escapismo que proporciona el entretenimiento; no podemos negar que la tecnología actual de transmisión de entretenimiento altera respuestas biológicas y cognitivas básicas de los seres humanos y se aprovecha del cansancio. El entretenimiento, siempre es una buena opción para evitar una saturación de lo que pasamos y vemos en el día a día, desaturarnos es descansar. El entretenimiento como instrumento de otros fines se mantiene no porque la gente no quiera dejar estos ratos de descanso y ocio, sino porque juegan con nuestro cuerpo a causa de que ni siquiera esté pensado regularlos. El entretenimiento se convierte en espectáculo cuando hace esto. 

Este tipo de sistemas se mantienen y no puede evitarse caer en ellos precisamente con solo tomas de conciencia, requieren regulaciones cuando el entretenimiento busca aumentar su rating con trucos cognitivos de los cuales aún no estén del todo estudiadas sus consecuencias. No se trata de “lavados de cerebro”, se trata de algo más simple y perjudicial, como afirma la asociación Hypatia Education son: alteraciones en la memoria, atención, lenguaje, concentración, sentido de alerta, umbral de dolor, incluyendo resistencia o insatisfacción al ver contenido nuevo. El cerebro, como cualquier órgano, es sensible a estímulos y como cualquier apéndice, si se sobreexcita, falla. 

Por lo que, aunque individualmente tenemos responsabilidad del uso que le damos al escapismo del entretenimiento, debemos pensar que la solución a este problema no está en dejarlo y hasta ahí, es un problema social al que no responden soluciones individuales a pesar de que son necesarias para empezar a tomar medidas. La investigación científica aún no termina de dar conclusiones, pero es seguro que las próximas investigaciones no traerán buenas noticias. Por el lado comunitario es necesario hacer conciencia, con los demás, de algunas repercusiones por hábitos nocivos de consumo de entretenimiento y crear nuevos espacios de escape (como zonas de esparcimiento o actividades físicas y culturales), pero jamás es correcto llevar estos discursos desde la arrogancia y la “superioridad moral”.

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