ESPEJOS DE LA REALIDAD
La publicidad de The Body Shop fue tan insistente que, sin darme cuenta, ya tenía más de 15 productos en mi carrito. Para mi alivio y el de mi bolsillo, decidí ignorar el botón de pagar y apagué mi teléfono un rato.
Algo amorfo sucede cuando el cuidado personal se convierte en un rubor de Rare Beauty, en el nuevo termo de Stanley o en un celular con una cámara de 48 megapíxeles. Me consume la idea de consumir.
Dicen que el marketing y la publicidad consisten en venderle a alguien algo que realmente no necesita, pero les hacen creer que sí.
Pero, ¿qué pasa con los que estamos del otro lado, los que sabemos que no necesitamos comprar eso, y aun así lo queremos? A pesar de ser consciente de los problemas del consumismo, sigo sintiendo la necesidad de comprar.
El filósofo Zygmunt Bauman explicó que la economía del engaño, en la que vivimos hoy en día, apuesta por la irracionalidad de los consumidores, y no por decisiones bien informadas. Pero, ¿qué pasa con los que nos encontramos en la periferia? Entendemos que los descuentos, las promociones y los 3×2 son tácticas para hacer que el ticket se haga cada vez más largo. Sin embargo, no siempre se trata de caer en las trampas del marketing.
Aquí es donde surge la dicotomía: soy plenamente consciente del ciclo del consumismo, de cómo el sistema se alimenta de nuestros deseos y necesidades. Sin embargo, después de haber logrado ahorrar un poco, me permito comprar algo que realmente quiero. Es una recompensa personal, un pequeño lujo que, aunque esté envuelto en el consumismo, me proporciona una satisfacción genuina.
¿Existe diferencia entre el que consume y sabe, y el que consume y desconoce? ¿Es más válida la compra del labial de moda por parte de una trabajadora del hogar con dos hijos o de una universitaria que a duras penas logra terminar el mes con algo de dinero? Son este tipo de huecos los que no me permiten ver a la sociedad como una masa no pensante; son las interseccionalidades las que transforman la situación.
Me dejo de tarea estudiar estas preguntas y cuestionarme más cosas, me dejo de tarea valorar las experiencias y dejar de llenar mi carrito con cosas que sé que no necesito y no disfrazarlo de gustos. Me dejo de tarea encontrar el equilibrio entre la necesidad de consumir y de obtener lo que sí requiero. ¿Y tú, qué te dejas de tarea?