MEMENTO
“No sé si te elegí, o si tú me elegiste. Si la vida te di o
si tú me la diste. El mundo entero con tu mirada, detuviste”
Inti – Cazzu
Madre proviene del latín mater, que significa literalmente «madre», en el sentido biológico y simbólico. Mater no solo es quien da vida, sino también quien protege, guía, alimenta, y simboliza el origen. En español, «madre» ha mantenido ese significado base, pero se ha cargado de múltiples connotaciones culturales, afectivas y hasta expresivas (como en insultos, alabanzas o frases hechas).
El pasado Día de las Infancias, algunos felicitamos a nuestro niño interior y toda esa serie de ridiculeces que reducen el mundo de la niñez a juego y diversión. Pero en realidad, ese día existe para reflexionar sobre los peligros, las carencias y, sobre todo, el mundo que les vamos a heredar.
Subimos fotos de nuestra infancia y queremos sentirnos esos niños “felices”. Preferimos invisibilizar cuántos niños tienen que trabajar para llevar sustento a sus casas, de quienes terminan educando a sus propios hermanos, de quienes viven bajo condiciones precarias. Y mucho menos hablar de temas más fuertes como pedofilia, pederastia, de prostitución y maltrato infantil; en lugar de estar publicando fotos de nuestra niñez deberíamos de hacer conciencia alrededor de ello. Y no, no se trata de arruinarle la nostalgia a nadie, pero al menos podríamos equilibrarla con un poco de conciencia.
Y hasta parece chiste, pero en México cualquier fecha conmemorativa termina en fiesta: Día de Muertos, Semana Santa, Navidad, Día de la Mujer… todas pensadas para reflexionar, y todas terminan en pachanga. Ya sea por costumbre, por no entenderlas bien o por no querer enterarnos.
Cuando comento que soy padre soltero, muchas —la mayoría mujeres— reaccionan con elogios, como si fuera excepcional. Y no digo que no tenga mérito, pero muchas de ellas —aún en pareja— lo hacen mejor que yo. Pero claro, es más fácil aplaudir el esfuerzo ajeno que reconocer el propio.
Para el Día de las Madres solemos regalar enseres domésticos, como si el cariño se expresara en ollas y licuadoras. Nuestro machismo no nos deja ver el sacrificio que implica la crianza. Conocí a alguien que se alejó de su madre durante meses. En ese tiempo, dejó de enviarle apoyo económico, pero jamás olvidó sus regalos: para el Día de la Madre, una olla; para su cumpleaños, una cazuela; en Navidad, un sartén… hasta que llegó el siguiente Día de la Madre y le mandó una olla gigante. Cuando la madre rompió el papel del regalo, notó que en la caja venían impresos todos los utensilios anteriores —sí, todos habían salido del mismo juego de cocina. Una especie de matrioska de regalos. Lo peor: la señora estaba feliz con sus ollas, mientras sus otros hijos, que hacían más, pasaban desapercibidos.
La conseja de hoy:
Procuren tomar esos días conmemorativos para hacer unos minutos de reflexión acerca de la razón de los mismos, intenten portarse bien y no joder a la gente. Como diría mi Awe: “Esta bien que chinguen… pero no a su madre”.