Pido la palabra
La incertidumbre es un sentimiento que a todos nos invade, a muchos paraliza, aunque a otros, los menos, los impulsa y motiva; en menor o mayor grado pero la mayoría de los mexicanos vivimos invadidos por el acontecer del día siguiente; hoy ya nada es seguro; la seguridad social ya no es garantía de nada; el empleo, la salud, la vida misma están en riesgo permanente; hoy tengo empleo, ¿y mañana?; hoy estoy vivo, pero ¿por cuánto tiempo?.
Vemos realidades cotidianas que superan la ficción; lo que ayer leíamos en una novela, hoy vemos que sigue más vigente que nunca; “Los Olvidados”, de Buñuel, siguen siendo los olvidados de nuestros tiempos; gente sufriendo en silencio por el vacío de la incertidumbre, por el vacío de la desesperanza; y todo por ese vacío provocado por los bolsillos ávidos de dinero, pero llenos de desesperación.
Hiere en serio sentir la angustia de los olvidados, y hablo de dinero, duele mucho cuando no hay de dónde echar mano; los jefes de familia, cuando los hay, partiéndose el alma para ganar aquello que, en manos de otros, de suyo insensibles, se desvaneció en el dispendio de las vacaciones en Europa.
Arrastrando los pies, no de cansancio, sí de pena, sí de humillación; la falta de dinero los hace agachar la cabeza para pedir favores; y los fortuitos poseedores de la varita decisoria aprovechando sus minutos de fama, ejerciendo el crudo poder, y con ello, alimentando la desesperanza, la humillación; la incertidumbre de un mañana vacío de futuro y lleno de frustración.
No es lo mismo la incertidumbre de los incumplidos que la incertidumbre de los olvidados; la primera, tuvo remedio, pero la desidia los venció; la segunda, ya es parte de su vida, esa vida que los pisotea y que a diario les recuerda que no tienen derecho a rebelarse ante la adversidad inducida.
Los años van pasando y la gente se va con ellos, en eso sí que no hay duda: nacer, crecer, reproducirse y morir, es lo único cierto; millones de personas sintiéndose felices con los éxitos de otros; y entonces, esos éxitos los hacemos nuestros para no dejar de soñar, aunque la mayoría no logre esbozar el menor de sus sueños; nos han dicho que debemos luchar para alcanzar lo que queremos, pero a veces esos años de lucha los mata el bandido que nada hace y todo arrebata; o el político los desvanece en la liturgia de sus insensibles acciones, sobre todo cuando nos decían lo negativo que es ser aspiracionista.
“Tener más” dejó de ser la meta para la mayoría de los mexicanos, ahora lo nuevo es “tener lo suficiente”; tener queso es importante, pero no tanto como salir de la ratonera, esa ratonera en la que estamos inmersos desde hace varios años y en la que todos tenemos algo de responsabilidad.
Por ello, hagamos conciencia y formemos parte de ese selecto grupo que, en lugar de inmovilizarse, se motivan, se impulsan y hacen de sus puntos negros una plataforma de oportunidad. Ese es el tipo de mexicanos que nuestro país merece, más ahora que ese arrogante racista de la Casa Blanca nos está tomando como bandera de sus fobias y delirios de grandeza; agachar la cabeza ante ese altanero jamás será la opción.
Tal vez nadie nos dé una medalla, no importa; tal vez nadie nos reconozca el esfuerzo, qué más da; tal vez muchos intenten ponernos zancadillas y tenernos con un pie en el cuello como hoy intenta ese engendro de la violencia racial, a eso nos exponemos; pero tal vez, y con muchas probabilidades de éxito, logremos evitar el tener que agachar la cabeza por la incertidumbre de saber si tenemos el valor de ser nosotros mismos y no solo lo que el “destino” nos depare.
Dejemos nuestros miedos y fobias políticas para otra ocasión, hoy México nos necesita bien unidos.
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está