UN ADULTO RESPONSABLE
“Es ley que debes ir a ayudar a un compa
si se le quedó el carro en la calle”
Frase de un meme
Desde que me acuerdo, mis mejores amistades han sido mujeres; después de que te quitas el estigma de que probablemente te gusten (a veces comprobándolo), las cosas con ellas son mucho más fáciles, ya que, según mi percepción, se puede hablar de todo, desde sentimientos hasta experiencias de todo tipo, y, al tener un punto de vista contrario al que nosotros manejamos, las conversaciones se enriquecen de una mejor manera.
En mi vida, la convivencia con otros hombres no me terminaba de convencer del todo, no me gustaban cuando hablaban del sexo contario de una manera que para mí sonaba indignante; no estaba cómodo que hicieran del fútbol lo más importante (a pesar de que a mí me gusta muchísimo) y hasta se pelearan por él; nunca me encantó que no pudiera hablar con otro hombre de mis sentimientos o de mis sueños sin que los demás nos tacharan de homosexuales, y justo hablando de ello, hasta la fecha no me agrada para nada que se normalice la idea de “jotear”.
Pero claro, también conocí a personas de mi género que compartían mis ideas en este tema y hoy siguen siendo mis grandes amigos; me agrada saber que cada vez hay más hombres con los que se puede hablar de todas nuestras extensiones como seres humanos y que se han vuelto receptivos y capaces de brindar apoyo incondicional, dejando atrás aquello del “interés amoroso”.
Y es precisamente por eso que creí que no encajaba en ese mundo de hombres heteronormados cisgénero (un término que está muy de moda hoy en día), hasta que me topé con un lado de ellos que no conocía y del que, si bien ya había percibido tintes mientras crecía, apenas medité sobre ello.
Hace unos días, en una de mis interminables aventuras que terminan en problemas, traía yo prisa por llegar a mi casa después de un partido de fútbol y tomé con el carro un camino que no iba para ningún lado, al descubrirlo, quise echar marcha atrás pero era demasiado tarde, las llantas se atascaron y no hubo forma de salir.
Entonces fui por ayuda, dos de los hombres con los que había compartido cancha se apresuraron a socorrerme. Aunque no sabíamos nuestros nombres, hicieron de todo por intentar sacarme del hoyo (literal), pusieron piedras, sacaron el gato hidráulico, idearon planes y cuando vieron que no se podía hacer nada que estuviera a su alcance, me ofrecieron llevarme a un lugar de grúas, todo de forma gratuita.
No teníamos ni dos horas de ubicarnos siquiera y ya habían hecho por mí algo que me parece que es de amigos muy cercanos. El pequeño percance se solucionó unas horas después, y llegué sano y salvo a casa, pero el detalle de ese par de muchachos me dejó pensando en lo mucho que podríamos llegar a hacer por desconocidos y que quizá sea una cosa más de hombres, por aquello que dije al principio.
Fue entonces que reflexioné en lo que yo he hecho por otros hombres que no son mis amigos, me acordé de algunas cosas buenas, pero también comprendí que me queda mucho por hacer todavía.
Hay acciones pequeñas, como compartir un cigarro, un dulce, una pluma, indicaciones u observaciones sobre el clima, el deporte o alguna situación en específico.
Hay acciones medianas, como dar una cooperación económica a alguna causa que apoye nuestro hombre en cuestión, invitar un boleto para algún evento al que ya no pudimos acudir nosotros o algunos ejemplos más que básicamente tienen que ver con el dinero.
Y por supuesto, hay acciones grandes, de esas que no tienen precio: donar sangre, salvar a los hijos de algún peligro inminente, brindar apoyo en alguna emergencia vial, entre otras.
Ojalá se siga sintiendo esa vibra tan especial entre hombres y que se extienda a nuestros amigos y familiares.
Nota: Espero que sigamos ayudándonos unos a otros en este mundo adulto, que a veces, pesa recorrer solo.