19.6 C
Hidalgo
lunes, julio 28, 2025

Lo que el tiempo nos dejó…

Más Leídas

Pido la palabra

Mirando hacia el horizonte, a ratos la mirada perdida, viendo simultáneamente a todos y a ninguna parte; el gris del cielo nos indica que el atardecer llegará; una mezcla de quietud y congoja nos invade; muchos ya no estamos en edad de lanzarnos cual Quijote a una lucha contra molinos de viento, hasta esos hoy nos vencerían.

Sabemos que es nuestra obligación seguir adelante, queremos seguir adelante, pero ahora con mesura; con bríos calculados, atrevimientos meditados; nuestra energía debemos dosificarla pues poco a poco se nos acaba, algún día ya no nos ayudará a levantarnos.

Quizá porque estamos conscientes de los estragos del tiempo, es por ello que no podemos darnos el lujo de perderlo en nimiedades, en trivialidades que ya nada aportan a nuestra vida y solo sirven para acongojarnos más.

Es bueno recordar a los amigos de la Universidad, a los “cuates” del viejo barrio en donde nacimos, a tanta y tanta gente que hemos tenido que dejar en el camino; algunas ilusiones serias y otras banales que por respeto hoy día ya no nos atreveríamos a buscar, aunque sea por el solo gusto de saludarlos, ¿qué habrá sido de todos ellos?, ¿cuántos aún vivirán?

Por nuestra mente pasan muchas historias, algunas de ellas truncadas por las circunstancias, otras más, simplemente no era nuestro tiempo; sufrimientos pasados que aún ocasionalmente duelen por lo que nunca pudo ser, por nuestra torpeza de no luchar por lo que queríamos; para algunas historias ya es demasiado tarde.

El interactuar con las nuevas generaciones nos revive, yo tengo esa suerte; pero también hace más profunda esa brecha entre lo que somos y lo que alguna vez fuimos; el tiempo nos está alejando del ayer, ese ayer en donde todavía los sueños se convertían en ansias; hoy esas ansías son las que curtieron nuestra personalidad, las que solidificaron nuestro presente, las que nos están preparando para nuestro futuro, ya no tan lejano.

A veces, cuando la noche cae y el silencio lo cubre todo, nos descubrimos dialogando con nuestra conciencia; no buscamos respuestas, solo queremos escucharnos sin ruidos externos, sin máscaras, sin compromisos; y nos damos cuenta que en ese espacio íntimo y callado, se asoman preguntas que nunca nos atrevimos a formular en voz alta, y también, a veces, aparecen respuestas que no habíamos querido aceptar.

Nos volvemos más selectivos, no por soberbia, sino por cansancio de lo superfluo, pues hemos aprendido que la vida no se mide por los logros acumulados, sino por los instantes vividos con sentido, pero también con pasión; tal vez por eso cuidamos nuestras palabras, nuestros vínculos, nuestros silencios; porque ya sabemos que todo eso también es parte del legado que dejamos.

Y mientras quede un suspiro en el pecho, seguiremos caminando, aunque sea despacio, aunque duelan los pasos, porque si algo nos ha enseñado este viaje por la vida, es que la dignidad con la que se anda es más importante que la velocidad con la que se llega; el horizonte sigue ahí, tal vez más borroso, pero todavía visible; y mientras podamos mirarlo, aún hay camino. Qué más da, aún hay tiempo para respirar, para seguir sembrando con la experiencia del pasado, pues algún día esos frutos alimentarán a los que todavía seguimos dejando en el camino.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.

Autor