UN ADULTO RESPONSABLE
Nunca más podré olvidarte
Aunque te olvides de mí
Canción de Los Cuatro Soles
Había una vez un mundo que yo disfrutaba mucho, un mundo en el que existían taqueros de verdad y en el que podías confiar en la gente.
Por ejemplo, el señor malencarado que hacía del buen sabor su sello, que amaba a su natal Jalisco y atendía la taquería El Pastor que está a espaldas de “La Villita”. Su negocio era tan famoso que hasta el ex gobernador (hoy embajador en Noruega, porque parece que está en boga decirlo así) de Hidalgo, Omar Fayad Meneses, declaró alguna vez para un periódico local que “eran los mejores tacos al pastor de Pachuca”. Recorte que hasta hace poco aún adornaba una de las paredes del local.
Pero, un poco antes de la pandemia, el señor falleció y su negocio nunca jamás volvió a ser el mismo. Hay sabor, sí; y la gente sigue yendo por la costumbre y la añoranza de que ese gran taco al pastor volverá, pero es una gran mentira. El sazón no se compra y mucho menos se puede heredar.
Había otro taquero cerca de la casa de mis papás. Hacía magia con muy pocos ingredientes y todo su menú (incluyendo las aguas) eran una delicia. De hecho, su negocio llevaba su propio nombre: El Rey. Sin embargo, una serie de malas decisiones financieras echaron a perder todo su “palacio”, cambió de local tres veces y después simplemente desapareció. Hoy, su negocio encontró la estabilidad que siempre buscó, pero con personas que apenas tenían experiencia haciendo tacos, con el tiempo han mejorado, claro, pero ya no es lo mismo.
Dejando de lado los tacos, también tengo que decir que Nestlé me falló, dejó que The Coca – Cola Company comprara su bebida estrella y de pronto el Nestéa se transformó en Fuze Tea, un bodrio que si no fuera por el sabor durazno (que sí les quedó igualito), ya habría desaparecido del mercado. Claro que hay una opción, comprar el agua Nestlé Pureza Vital y combinarla con el polvo que venden en el supermercado de nuestra elección, pero, de nuevo, confiar en la nostalgia no le hace justicia a la bebida original.
También recuerdo los conciertos y los partidos de fútbol, esos señores y señoras que ganan millones y que no son capaces de darle a su público una experiencia siquiera digna por lo que pagaron, los conciertos hoy en día duran menos de dos horas y cada vez son más caros. Lejos quedaron los verdaderos artistas, como Juan Gabriel, que hacían de sus presentaciones un verdadero espectáculo, aún sin tanta tecnología. De los futbolistas mejor ni hablo, porque me va a dar el “tamafa”.
Todos somos humanos y nos equivocamos, claro que sí, y mil veces he depositado toda mi confianza en gente que me traicionó o decepcionó, seguro lo mismo le ha pasado a gente que creyó en mí, pero no pierdo la esperanza de volver a encontrar esos grandes lugares, personas o sabores que me hagan vibrar y volver a emocionarme.
Deposito mi fe en los restaurantes que todavía no visito, en las marcas nacionales e internacionales que se esfuerzan por ofrecer un producto de calidad, en los políticos que aún no se han corrompido (me vale gorro de qué partido sean), en la gente de a pie que disfruta de su trabajo y laboran con ganas. Mientras tanto, convivo con la nostalgia y la melancolía de las tardes que, a veces, se insertan en mi corazón.
Nota: ¡Cómo extraño las Sabritas de limón de $4.50 con más producto que aire y menos glutamato monosódico!


