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Lectura en voz baja 

Oscar Raúl Pérez Cabrera
2 Min de Lectura
Ilustrativa

PEDAZOS DE VIDA

Un día entró a la librería y miró los estantes llenos de libros viejos, libros con lomos de colores serios, de todos los  tamaños y temáticas; sin embargo, lo único que supo era que quería estar ahí. A menudo su padre lo llevaba cuando niño a ese lugar, que por muy sellado que estuviera el cancel, no era ajeno al polvo y al olor a hojas y tinta vieja.

La librería tenía años de estar ahí, en pleno corazón de la ciudad colonial en México, era tan impresionante que para alcanzar los libros de algunos estantes se tenía que usar una escalera tan atractiva como la propia librería. 

El día que se quemó, fue un caos en la ciudad, y fue muy difícil controlar el incendio, el conocimiento es ardiente y más cuando está contenido en libros como esos. Nada se pudo hacer y poco se pudo rescatar ante los ojos atónitos de quien ve cómo el infierno devora el patrimonio de la humanidad convertido en libros forrados de pasta gruesa, pero no inflamable. 

Se hubiera quemado antes, mucho antes de que aquél niño convertido en un adulto dirigido por la disciplina de su padre y la ausencia de su madre, quisiera siendo adolescente, trabajar ahí, ojalá se hubiera quemado antes de dar tantos años de su vida al lugar que lo mató llenándolo de polvo, de pelusas, de alergias desarrolladas y de problemas respiratorias. 

Una vez leí un cuento, en donde un Baldor al caer de cierta altura mataba a un hombre, el cuento se llamaba “los libros matan”, y efectivamente, Anselmo también murió en el recinto de los libros, murió antes de que se incendiara el lugar, y como él sabía, los libros matan y existen muchas formas de hacerlo. Él se había hecho inmune a la poesía, pero no al polvo que guardaban entre sus hojas, aquellas metáforas universales.

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