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jueves, septiembre 11, 2025

Lavoisier y el poder político

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Si algo nos dejó como enseñanza la caída de un partido político, que como el PRI se pensó que era invencible, fue que nada es eterno, y qué bueno, pero por lo mismo, nada permanente. Es un continuo fluir hacia quién sabe dónde, pero el ejercicio del poder parece sustentarse en que un estilo, una forma de ejercerlo que parecía la correcta, tarde o temprano desaparecerá para ser ejemplo de la equivocación absoluta, aunque todos sabemos que hablar de absolutos es un absurdo.

No aprendimos nada de los tiempos en que todo se arreglaba a punta de pistola y muertes por doquier, porque las generaciones de humanos duran poco, y cuando apenas se tienen los elementos para intentar un análisis de lo acertado, con bastante regularidad debe exaltarse lo malo para sacarlos del poder, porque nadie se va por las buenas de un algo que da sentido a miles y miles de personas.

El Revolucionario Institucional, ha dicho un ex gobernador hidalguense, podría vivir sus últimos momentos, aunque bien podría aplicarse en este caso la Ley de la Conservación de la Materia, autoría de Lavoisier: “la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma”.

Porque la extinción total de un instituto político como el que gobernó por más de 71 años al país, y 90 al estado de Hidalgo, solo se daría con la desaparición de cada uno de sus militantes, y salvo que alguien tenga tendencias de sociópata, no sucederá así, por el bien de todos.

Y es que no hay ideologías ni ideólogos puros, y mucho menos seguidores con esa característica.

Bueno que un día, espero que aún lejano, no tengamos que ir sin la certeza de nada, absolutamente de nada. Porque al final de cuentas la política es hecha y practicada por seres humanos, diversos, absolutamente diferentes en ideas, con un solo denominador común de pensamiento: la justicia. Y no en todos los casos.

Por ello se puede ser presa del poder, de su ejercicio cotidiano que un día cualquiera, el que lo posee, empieza a pensar que será eterno, aun cuando está marcado con letras indelebles que, al menos en México, no puede pasar de seis años.

Que nada es eterno, que todo cambia, pero nada se destruye, solo se transforma junto con quienes lo encarnan. Pero no se destruye, a lo mejor destruye lo que tiene alrededor, pero el poder, en sí, no se puede destruir, nunca se puede destruir.

Mil gracias, hasta mañana.

Correo: jeperalta@plazajuarez.mx

X: @JavierEPeralta

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