POR EL DERECHO A EXISTIR
La deuda que tenemos con la memoria que nos acompaña es reconocer a las mujeres del linaje, que nos han forjado, que abrieron brecha, que incluso sus actos y voces resuenan en el tiempo, en las acciones y en los recuerdos.
Mujeres que caminaron los cerros, los conocieron, mujeres que hicieron surcos, las marchantas de la vida que procuraron en todo momento el pan en la mesa, mercaderes de las frutas y los aromas.
Las mujeres que cocinaron el pozole, el chileajo y que mezclaron los conocimientos culinarios más provistos de amor y supervivencia. Que juntaron los frijolitos, el maíz y las calabacitas y armaron el guiso más sabroso.
Las mujeres que se preparaban con tiempo para la llegada de los santos difuntos, con velas, papel picado y horas de trabajo en cada una de las acciones que hacían. Las mujeres del constante itacate, para ir a cualquier lugar y no sufrir de hambre.
Las mujeres que mojaban la tortilla recién hecha para dar el mejor manjar que solo vive en los recuerdos, aquel sabor, aquella textura y cómo no traer a la mente esa travesura de recibir el dinero a escondidas, casi como un secreto de Estado, bien resguardado por una mirada de complicidad.
Pensar en las mujeres del linaje, también lleva a los contratos no dichos de aguantar la violencia, de mantenerse en espacios por voluntad casi propia, sino fuera por el sencillo detalle de la obediencia, de aguantar al marido, sus groserías y tropelías.
Pienso en las mujeres de mi linaje y me reconozco fuerte, gracias a ellas, a las que cuidan y educan, a las que corrigen, a las que aman, a las que guían, son las mujeres del linaje, las que han formado las pasadas, presentes y futuras generaciones.
De manera emergente puedo pensar que somos la era de la transición, la que comienza a debatir los mandatos de vida y pienso con esperanza en las posibilidades para que las próximas mujeres no tengan que cuestionarse si quieren o no tener descendencia, que no tenga que romper el mandato patriarcal, porque aspiro a que no exista tal situación.
Son las mujeres de mi linaje, las que hoy me permiten colocarme como una persona sujeta de derechos y con la posibilidad de incidir en los espacios públicos, porque ellas me enseñaron la palabra, la voz y también los silencios y en este aprender de la ausencia de ruido, lo que conlleva, a veces las tristezas u otras las reflexiones, pero si algo admiro de mi linaje es la posibilidad de agencia, de ayuda, de transformar, gracias a ellas que me dan el derecho de existir.