RELATOS DE VIDA
Los dedos de sus manos iniciaron el recorrido por sus brazos, parecía un simple jugueteo, aunque las sencillas caricias lograron erizar cada uno de los centímetros de su delicado cuerpo, de manera sorpresiva para ella, no recordaba haber sentido esa emoción en alguna otra ocasión.
La estática de vellos fue una afirmativa a la acción y a cualquier otra que siguiera o que estuviera en la mente de su amigo, del cuál estaba enamorada desde hace muchos años, pero no se atrevía a confesarlo.
Estaba confundida porque no sabía qué hacer o cómo reaccionar, situación que no duró mucho tiempo, decidió dejarse llevar y continuar con la sensación cálida, inquietante y placentera.
Las acciones subieron de tono, ya no era recorrido con los dedos, ahora las manos abarcaban cada espacio de su ser, estrujaba con suavidad y a la vez con firmeza, y le gustaba la combinación de suavidad y rudeza, le hacía sentir que se quemaba por dentro.
Ella decidió dar el siguiente paso, dejando toda pena y olvidando que estaba al interior del carro de su amigo, y a escasos metros de la entrada de su casa, en la euforia nada le importaba, subió su cuerpo encima del piloto y se quitó la blusa que ya le estorbaba por el calor.
Lo siguiente fue dejarse besar en el cuello, el pecho, y besarlo efusivamente, mientras intentaba desabrochar el pantalón de su amigo, bajar el cierre y bajar un poco la prenda, a estas alturas la situación estaba desenfrenada y necesitaba concluir.
Parecía que el clímax estaba a punto de suceder, pero unas luces atravesaron la ventanilla ya empañada y el sonido de la torreta de una patrulla paró la montaña rusa del deseo carnal.
En cuestión de segundos, cada parte de sus cuerpos regresó a su lugar, así como la ropa, intentaron arreglarse el cabello y su amigo procedió a bajar la ventanilla:
—Dígame oficial —enunció con voz aún agitada.
—¿Todo bien? —preguntó el policía.
—Sí, todo bien, estábamos platicando.
—Muy bien, solo quería avisarle que las luces de su carro están encendidas, mejor apáguelas, no sea que se quede sin batería —informó el funcionario público
—Muchas gracias por la alerta —respondió mientras apagaba las luces.
Esperaron a que se alejara la patrulla, arrancó el carro y la llevó directo a la casa, ambos con la ansiedad por el último paso que no pudieron concretar.