RETRATOS HABLADOS
Patricia, Minerva y María Teresa. Su apellido: Mirabal. Fueron asesinadas el 25 de noviembre de 1960 por su actividad política en contra del dictador, Rafael Trujillo. Se les conocía con el sobrenombre cariñoso y lleno de admiración de “Las Mariposas”. Enfrentaron a uno de los personajes más siniestros del continente, y como respuesta obtuvieron una muerte horrenda.
Las conmemoraciones del 8 de marzo, conocido como el Día Internacional de la Mujer, tienen sus raíces en diversas luchas por los derechos de las mujeres a lo largo de la historia. Uno de los eventos más significativos que marcó esta fecha fue el asesinato de las hermanas Mirabal en la República Dominicana.
El horrendo crimen de las hermanas Mirabal, resonó no solo en su país de origen, sino en todo el mundo. En 1981, en el Primer Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe, se proclamó el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer en su honor. Sin embargo, el 8 de marzo ya se celebraba en muchos países como el Día Internacional de la Mujer, con sus propias raíces en las luchas laborales y feministas de principios del siglo XX.
Con el tiempo, el 8 de marzo se consolidó como una fecha para conmemorar la lucha de las mujeres por sus derechos y para recordar a aquellas que han sufrido violencia y discriminación. En 1977, las Naciones Unidas proclamaron oficialmente el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, invitando a todos los países a celebrar este día.
El origen es pues un momento dramático, terrible en todo el sentido de la palabra. Pero también un presente del mismo tipo, aquí en México y en buena parte del mundo. Ante el atroz asesinato de las hermanas Mirabal, y los crímenes que se registran de manera cotidiana, es difícil, diría que imposible, elevar un señalamiento lapidario en contra de las manifestantes que pintarrajean edificios históricos o no históricos, porque, es cierto, al final del cuentas lo importante no es la piedra que con bastante regularidad celebra absurdos, sino la carne y huesos de cientos, miles de mexicanas que han padecido suplicios y asesinatos, sin oportunidad alguna de resucitar al tercer día.
Por eso, más allá de elevar sentidas críticas desde el púlpito de la soberbia, es vital entender, comprender que el sistema de injusticia y opresión no ha cambiado en el país, que las acciones radicales por parte de las propias autoridades, pero fundamentalmente de un crimen bien organizado, que arrasa con todo lo que encuentra a su paso.
El hecho sustancial es que espantarnos, indignarnos porque un grupo de mujeres que participaron en la marcha del 8 de marzo en Pachuca, hayan decidido que solo con base a la violencia se puede parar la violencia, simplemente no tiene sentido.
A lo anterior es lamentable que un día, un solo día anunciado, anticipado con tanto tiempo, un año entero, no haya sido suficiente para entender que, si se deseaba salvaguardar edificios gubernamentales, se haya recurrido a vallas endebles, que solo pusieron en mayor riesgo tanto a las manifestantes como a las mujeres policías, que de pronto se vieron a merced de la multitud. Porque no puede haber términos medios, o se hace bien un vallado con soporte real y de plano imposible de derribar, o no se hace.
Por lo demás, cada cual tendrá su opinión respecto a un acontecimiento que con bastante regularidad desemboca en hechos lamentables.
El hecho es que, en estos tiempos, son las mujeres las únicas que protestan con el alma, porque todos los demás que conformamos una sociedad, estamos listos sí, pero para ir a celebrar que “Masiosare” todavía no se transforma en el extraño enemigo, al menos por un mes.
Mil gracias, hasta mañana.
Correo: jeperalta@plazajuarez.mx
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