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La voluntad es la clave…

Miguel Rosales
5 Min Read

PIDO LA PALABRA

Cuando elegimos una profesión que nos acompañará por el resto de nuestra vida, se entiende que hemos analizado detenidamente todas las opciones que el sistema nos ofrece; decisión precedida del análisis del potencial económico que tengamos, el campo de acción en el que nos desenvolveremos, y… en fin, una serie de ventajas y desventajas que en el camino nos encontraremos cuando por fin ejercemos la profesión elegida.

Sin embargo, hoy día ese análisis meticuloso de nuestro futuro para muchos jóvenes no tiene demasiada importancia; y quizá para las instituciones educativas tampoco revista esa jerarquía que dicha decisión merece; a los jóvenes se les abandona en la mar de opciones sin la información necesaria; por eso, los índices de deserción escolar en el nivel superior se antojan brutales.

Muchos jóvenes eligen alguna carrera profesional por razones triviales o frívolas; tal vez porque en ella se inscribieron sus mejores amigos y para no caminar solos en el mundo deciden seguirle los pasos; quizá entraron a algún instituto o universidad porque en ella también estará el novio o la novia en turno; o también, se decidieron por el área de ciencias sociales porque en ellas no hay la temida materia de matemáticas; razones para ellos de suma importancia; pero para los que ya llevamos camino recorrido sabemos que ninguna de esas razones es lo suficientemente válida.

A medio camino se dan cuenta  que la opción elegida no es lo que esperaban; los amigos se cambiaron de escuela y resulta que también se quedaron como perritos sin dueño; o la pareja sentimental que los motivó a seguirlos en su aventura ya tiene otro novio o novia y ellos se quedaron como el perro de las dos tortas, y en todos esos casos la frustración llega; la baja de calificaciones así lo demuestra; el ausentismo recurrente es una prueba de ello, no tienen motivación para seguir en esos estudios que “libremente” eligieron; terminan reprobando o en su caso, abandonando la carrera, abandonándose a su suerte sin la orientación debida.

Jóvenes desorientados sin mayor vocación que la juerga y los jueves sociales; estudiantes de dos clases al mes, la primera es para presentarse ante el catedrático, la segunda, para hacer un examen al que no tienen derecho; sin derecho por inasistencias y por ignorancia. ¿Rebeldes sin causa?, no, siempre hay una causa, pero ni eso logran encontrar y, por esa razón, siempre les será más fácil encontrar un pretexto para justificar su vida inactiva.

Debemos enseñarles que la clave está en la voluntad; que los pretextos son el alimento de la mediocridad; y así, con la misma creatividad que practican para evadir la responsabilidad de las tareas con mil pretextos urgentes, de esa misma forma debemos motivarlos a ser creativos para que rehúyan de la indolencia y la flojera, que lo único que les deja es un mal sabor de boca y mucho arrepentimiento por no haber sabido vencerlas.

¡Levántate y anda! Hubiese sido la palabra acorde a la época; la de hoy es ¡levántate perezoso!, las vacaciones permanentes se acabaron; la vida se nos escapa y la cama no nos ayuda a recuperarla; corre a buscar aquello que te dará satisfacciones duraderas y no efímeras de cinco minutos.

Nadie va hacer por ti lo que tú no hagas por ti mismo; el trabajo ni las buenas calificaciones nos llegan hasta la casa; los competidores son muchos y debemos prepararnos para ser los vencedores, esa es mucha mayor satisfacción que otro ratito más en la cama.

El mundo está lleno de dormilones y tú ya debes despertar; despertar significa dejar de dormir, pero no dejar de soñar.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.

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