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Hidalgo
martes, julio 1, 2025

La verdad de una sociedad

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LAGUNA DE VOCES

En la madrugada del día martes, mes de julio, año del Señor, cada uno de los habitantes de esa ciudad tomó la plaza principal para confesar que todo, absolutamente todo, había sido un engaño, y sus vidas eran una prueba clara de la mentira en que fueron incluidos sin su consentimiento. Fue ordenada la intervención de la policía municipal, tan escuálida en cuanto a determinación que, a los pocos minutos, lloraban y pedían compasión, porque ellos eran igual de afectados por la gran mentira.

Entonces se convocó a un destacamento de la Zona Militar, quienes armados hasta los dientes y cansados del doble engaño que traían sobre sus hombros, depusieron las armas para asegurar que, si les habían hecho pasar el papelón de ser golpeados y humillados por delincuentes comunes, solo porque al Señor le había resultado positivo ese arreglo, menos atacarían a otros igual que ellos, y que simplemente se dieron cuenta de semejante historia.

Así que ya no habría solución a la crisis, que para ese momento empezaba a afectar buena parte del país, y lo peor vendría cuando abrieran los archivos escondidos en iglesias y templos de la ciudad, del Estado, de la nación, donde estaban asentados los nombres reales de la multitud de histriones involuntarios que se habían aventurado a vivir una vida que no les correspondía.

Sin embargo, no hubo necesidad de que ministros religiosos revelaran archivos intemporales, escondidos justo bajo el lugar reservado para guardar el Santísimo. Uno a uno, los que pudieron resistir, confesaron no ser lo que ellos habían creído desde niños. Algunos optaron por correr despavoridos y arrojarse desde un puente, antes que aceptar la gran mentira en que habían vivido.

Otros argumentaron que la no vida que les habían asignado, era suficiente castigo como para querer castigarse, así que aseguraron que seguirían en el papel de su vida hasta la muerte, pero no la adelantarían.

Pero entonces, ¿quién fue el que organizó semejante engaño, no solo en esa diminuta ciudad, sino el país entero, y muchos países que, pasados los días, reportaron esa grave calamidad?

Fácil fue para algunos culpar a Dios, pero resultaba algo tan simple, que tuvieron que optar por algo más terrenal, simple incluso, pero que cobraba veracidad por la forma como sucedieron los hechos que a continuación describo.

Sucede que, al saberse el engaño personificado, y no saber quién era quién, la sociedad entera, que tiene como fundamento apuntalar la apariencia, entró en una crisis más que complicada, porque si no se era lo que aparentaban, resultaba un camino casi imposible modificar para ir por la vereda de la verdad. Y si algo podía dinamitar a una compleja estructura social, es que todos supieran que la mentira, la vil mentira, era lo que había dado razón de ser a millones de personas.

Así que la condena estaba dictada: ser lo que debían ser.

Y sucedió algo único, fundamental, cuando descubrieron que los hombres y mujeres de poder, que se habían apoderado de todo cuando había estado al alcance de sus manos, con resultados terribles para el ciudadano, en realidad eran unos delincuentes y criminales de la más baja ralea. Se descubrió que formaban parte de los pocos que en realidad sí sabían su destino, al que le huyeron por generaciones enteras.

Sobra decir que los más humildes, como el vigilante del almacén, el camillero de un hospital público, la vendedora de legumbres que ella misma cultivaba, el obrero de carácter noble, debían haber sido los que dirigieran al país entero, pero desinteresados por eso del poder, amables de naturaleza, gente buena en todo el sentido de la palabra, rechazaron esa maldición.

Es innecesario manifestar que con todo y que un nutrido grupo de mentirosos fue a parar a la cárcel, otro llegó a ocupar su lugar, porque los que tenían verdaderos derechos para hacerlo dijeron que no, que la vida era muy corta y muy bella, como para desperdiciarla solo por el gusto absurdo de mandar. Como quiera, todos sabían que era un asunto de actuación, de hacerse pasar por lo que no eran.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx

@JavierEPeralta

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