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jueves, julio 3, 2025

La UNAM y los rankings (II)

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La historia de los rankings universitarios globales tiene poco más de tres décadas. En 2003 apareció el primer Academic Ranking of World Universities (ARWU), elaborado por la Universidad de Shanghái. Un año después, en 2004, surgieron el Times Higher Education (THE) y Webometrics, y en 2011 se incorporó el Quacquarelli Symonds (QS) (UNAM, 2011). Los rankings universitarios internacionales, parece que perdieron reticencia por parte de las autoridades universitarias y se instauraron plácidamente como parte de los informes institucionales de las universidades públicas.

Estos rankings se volvieron relevantes para las universidades porque se integraron como sinónimo de evaluación de la calidad académica, y formaron parte de la fórmula y debate por el presupuesto gubernamental. También, se volvieron importantes políticamente en la defensa o denostación del prestigio y estatus. Estos factores explican por qué tantas instituciones compiten activamente en los rankings, ignorando —o minimizando— los múltiples cuestionamientos que existen sobre ellos: el modelo de universidad que privilegian (centrado en la investigación científica) y el olvido del papel social, político y cultural de las universidades. Estas críticas han sido planteadas con claridad por Imanol Ordorika, Roberto Rodríguez y otros investigadores especialistas de la educación superior.

En este contexto, la UNAM se presenta como uno de los referentes más sólidos de la universidad pública en México y América Latina, la cual ha estado en el centro del debate tras su salida del grupo de las 100 mejores universidades del mundo. Pero, para entender este hecho, conviene recordar que su participación en los rankings no es reciente. Según datos oficiales (UNAM, 2011, Anexo 1), en sus primeras apariciones la UNAM obtuvo los siguientes resultados: en el ARWU de 2003, ocupó el lugar 184; en el THE de 2004, el lugar 194; en Webometrics 2010, el puesto 222; y en QS 2010, también el 222.

Si tomamos como referencia el inicio de su participación y el momento actual, se observa una mejora relativa: del lugar 222 en QS 2010, la UNAM se mantuvo dentro del top 100 durante el último quinquenio. Para 2025, según el QS 2026, se posiciona en el lugar 126. ¿salir del ranking de las 100 mejores universidades podría afectar en la asignación de recursos públicos de la UNAM? Parece que no. Efectivamente, los rankings se consideran en procesos de auditoría y planeación institucional, y en ese sentido se entiende la creación en 2008 de la Dirección General de Evaluación Institucional. Sin embargo, sus efectos siguen siendo inciertos.

Lloyd y Quintero (2023) en su estudio sobre el desempeño de la UNAM en los últimos diez años (2013-2022) indican que, en términos generales, la universidad ha mantenido una posición estable en ARWU y QS: el 71.5 por ciento de sus clasificaciones se ubicaron entre los rangos 1-100 y 201-300. Por tanto, el resultado actual no representa un escándalo, sino una continuidad en la tendencia. Sin embargo, también reportan que el 28.5 por ciento de sus posiciones se situaron entre los rangos 401-500 y 1001-1200, lo cual refleja un desempeño menos favorable en rankings como THE. Y en efecto, el QS 2026 parece confirmar esa misma tendencia descendente.

Pero, una conclusión relevante del estudio es que aún hacen falta investigaciones que analicen si los rankings realmente han contribuido a que las universidades mejor posicionadas accedan a mayores recursos públicos o se les limiten. Esa sigue siendo una pregunta abierta. En todo caso, lo que hoy se evidencia es que los rankings se han vuelto un componente estructural del sistema universitario, aunque aún debemos seguir preguntándonos qué modelo de universidad están promoviendo.

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