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La última luz

Ana Luisa Vega
3 Min de Lectura
Ilustrativa

RELATOS DE VIDA

Parecía petrificado, ningún movimiento corporal se registró durante un par de horas, estaba tendido sobre el patio de su casa con una frazada sobre su cuerpo y mirando fijamente la luna que se observaba plenamente iluminada y redonda.

La irradiante luz hacía completamente visibles cada uno de los espacios del jardín, las bardas, los tendederos, y hasta las telarañas tejidas en las esquinas de las paredes, incluso la araña que descendía a paso lento de una pinza colocada en el lazo para poner la ropa a secar.

Estaba maravillado y no se podía permitir perder ningún instante de esa maravilla natural, mientras repasaba algunos descubrimientos científicos y ancestrales de este fenómeno, una luna llena perfecta, espléndida, mágica y romántica.

En momentos también creaba historias de las miles de parejas que iniciaron y sellaron su amor, teniendo de escenario esta maravilla de la naturaleza y de la creación; a su vez en todos los desastres desatados en aguas profundas por su ira, y en los cientos de leyendas imaginadas con su aparición.

La noche era cómplice de este momento, se mantenía silenciosa, fresca y apacible, y se hacía acompañar de un cielo que pintaba millones de estrellas, un paisaje digno que indudablemente recitaba a la nostalgia, al sentimiento de tristeza, de recuerdos, de sueños fallidos y de ilusiones perdidas.

Esa mezcla ese ideas, sentimientos, pensamientos, era indescriptible, bueno, culminaba en la tranquilidad, en el poder agradecer al universo y a su arquitecto, cualquiera que esté fuera, por el que cumpla de experiencias, enseñanzas y minutos vividos, era hora de ir en paz, lo hecho, ya lo estaba, y no era necesario regresar atrás.

El momento había llegado, el cansancio de la quimioterapia estaba haciendo sus estragos, llevaba mucho tiempo luchando, pensando y medio viviendo, quería descansar en ese cielo estrellado, iluminado y tranquilo; sus párpados fueron cediendo y la luz se fue apagando, hasta estar en completa oscuridad, se había ido, con una sonrisa en su rostro y ante su compañera de vida que jamás se separó, ni en su último instante de la luz.

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