RETRATOS HABLADOS
Al advertir Giovanni Sartori en su “Homo Videns”, que la televisión no solo transformaba la forma de informarse, sino la forma de pensar, parecía una exageración, pero fue así. Al contrario.
La imagen sustituía a la palabra, y con ello se empobrecía la capacidad de abstracción, que es el cimiento mismo del pensamiento crítico y racional. “El mundo en imágenes que nos ofrece el video-ver –decía Sartori– desactiva nuestra capacidad de abstracción, y con ella, nuestra capacidad de comprender los problemas y afrontarlos racionalmente”.
Ese diagnóstico, hecho a fines del siglo XX, parece hoy una premonición cumplida con creces. Lo que entonces era una preocupación provocada por la televisión, ahora ha mutado en una realidad mucho más compleja y profunda con el internet y las redes sociales. Hoy no solo se ha debilitado la capacidad de abstraer y comprender, sino que ha crecido la tendencia a encerrarse en mundos virtuales, donde todo parece estar conectado, pero nadie verdaderamente se encuentra.
Las redes prometieron cercanía, pero han producido aislamiento. Prometieron conversación, pero han generado monólogos vacíos ante públicos anónimos. El “homo videns” de Sartori ha evolucionado hacia un “homo solus” hiperconectado: alguien que ve mucho, pero entiende poco; que opina de todo, pero conversa con nadie; que vive acompañado por miles de “amigos” digitales, pero incapaz de compartir un silencio verdadero con otro ser humano.
La imagen constante, el scroll infinito, los estímulos breves y emocionales, impiden detenerse, pensar, elaborar ideas, construir argumentos. Se reacciona más de lo que se reflexiona. Y el pensamiento abstracto —ese que permite identificar las raíces profundas de los problemas y no solo sus síntomas— ha sido relegado por una lógica de consumo inmediato de información y emociones.
Paradójicamente, en un mundo donde podemos hablar con cualquier persona en cualquier lugar, lo que más falta es la verdadera conversación. Esa que implica escuchar, pensar, responder con sentido. Hoy abundan los foros, pero escasean los diálogos; hay millones de publicaciones, pero pocas ideas. La multitud solitaria de Sartori no solo permanece: se ha multiplicado.
Y sin la capacidad de abstraer, de comprender el mundo más allá de lo que se ve, sin la capacidad de razonar y construir sentido común, la sociedad queda a merced de lo emocional, lo visceral, lo viral. No es un problema técnico. Es un problema humano, de cultura, de educación, de civilización.
Quizá el gran reto de nuestro tiempo no sea tecnológico, sino filosófico: recuperar la palabra, el pensamiento, el silencio, la conversación. Volver a ser seres racionales en medio del ruido visual. Aprender a estar realmente con otros en lugar de solo «conectados». Recuperar el espacio para pensar lo que no se ve, pero que da sentido a todo lo que somos.
Zigmunt Bauman, el genial filósofo de origen polaco, lo advertía de manera machacona, al advertir que hemos caminado despreocupados, hasta convertirnos, “en una multitud de solitarios que se miran sin verse, y se hablan sin escucharse”.
Todavía es tiempo de mirarnos y escucharnos. Todavía.
Mil gracias, hasta mañana.
@JavierEPeralta