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Hidalgo
sábado, noviembre 22, 2025

La profundidad de un efímero encuentro 

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PEDAZOS DE VIDA

Hoy, mientras intento ordenar lo que quedó de estos días, en los que compartimos todo, me doy cuenta de que el silencio pesa mucho más de lo que hubiera imaginado. Quien no se ha enamorado, no sabe realmente lo que implica una promesa hecha desde el alma: ese pequeño pacto que nace cuando los ojos se iluminan apenas las pupilas detectan la llegada del otro.

Contigo pude comprender que una espera puede contener todo: el vértigo, la calma, la incertidumbre y, sobre todo, esa chispa que nace cuando el corazón reconoce algo que no sabe explicar, algo que entiende sin dudar, pero también que la espera puede contener la nada, disfrazada de esperanza, alimentada por la nostalgia y el deseo de unos labios que jamás volverán. 

Estos días contigo, aunque los cuente en horas, minutos o los multiplique en segundos, fueron breves, sí, pero también intensos, vivos, suspendidos en el tiempo que no obedece a ningún reloj. Fueron horas en las que cada palabra, cada roce y cada respiración compartida parecían una revelación. 

Tu forma de acercarte, tus pasos convertidos en certeza, fue todo lo que me hace sentir que el mundo se acomode por un instante. Me quedo con eso: con la calidez de tu presencia, con la honestidad del deseo, con la manera en que lo cotidiano se volvió extraordinario simplemente porque estabas ahí.

Y aunque ahora, a la distancia, vuelvo a despedirme, no lo hago con amargura. La nostalgia me acompaña envuelta en gratitud, intento ordenar con estas cosas, con estos objetos, tus recuerdos. Intento olvidar la ternura inesperada y la forma en que abriste un espacio en ti para que pudiera habitarlo, intento no reprochar a la vida el corto tiempo que tuvimos ni la jugada del destino para encontrarnos y despedirnos sin más. 

Hay encuentros que no se miden en duración, sino en profundidad. Y este, el mío que también imagino como nuestro, es un pozo del cual no se puede escapar.

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