PIDO LA PALABRA
No hay fecha que no llegue ni plazo que no se cumpla; la próxima semana habrá de concluir el periodo legal que los Partidos Políticos tienen para hacer proselitismo en favor de sus respectivos candidatos; cada cual entró a la contienda con un enorme morral de esperanzas y quizá hasta cargados de buenas intenciones; las grandes sonrisas han asomado en cada uno de estos aspirantes a representarnos en cada uno de los cargos en contienda, algunos estrenando tenis de un color de “friegame la vista”, otros, con sus vestimentas del color de su Partido, y, sin excepción, arrojándose todos a la aventura de ganar el voto del electorado.
Lo triste de esta logística electoral, es que representaba una envidiable oportunidad para que el electorado recobrase la confianza en una contienda que debe ser eminentemente ciudadana, en donde esperaba presenciar el lanzamiento de una nueva cultura electoral que diera al traste con los vicios del pasado, levantar el ánimo de la gente y que la efervescencia política fuese directamente proporcional a las plataformas de los candidatos.
Desagradable y tal vez hasta frustrante resultó el despertar a la realidad, esos sueños guajiros de la llamada “civilidad política” quedaron solo para los anales del anecdotario de algún cronista de la vida política; esas sonrisas con las que se iniciaron las campañas paulatinamente se fueron desvaneciendo, no solo en los candidatos, sino también en los electores, aquellos ciudadanos ávidos de encontrar un nuevo recetario, al final nos damos cuenta que se nos ha ofrecido pan con lo mismo.
Improvisación en la mayoría de los candidatos locales, muchos de ellos asumiendo el compromiso de amarrar marranos que no son de su corral; planes que terminan confundiéndose con promesas que nada tienen que ver con el quehacer que su ansiado cargo le permitiría desarrollar; nadie promete tanto como aquel que no va a cumplir; se dice que el prometer no empobrece, yo pienso lo contrario, pues el incumplimiento de los compromisos empobrece el espíritu del que no honra su palabra.
Campañas viciadas, llenas de basura, con candidatos que, en sus mítines, más que enunciar sus proyectos, se dedicaban a denostar la trayectoria de los otros contendientes; la guerra sucia ha sido la constante, hasta el momento, en las campañas de todos los colores.
A cualquier ciudadano pregúntenle respecto de la plataforma de los candidatos y seguramente la respuesta será de desconocimiento, pues lo más sonado, lo más gritado por los candidatos y sus Partidos Políticos han sido las agresiones a sus respectivas campañas; quejas de todos los tonos y colores, propaganda destruida o bajada de los lugares en donde se había colocado, graffitear bardas supuestamente por orden de los candidatos oponentes, aunque esto último suena más a una simulación por la desesperada búsqueda de notoriedad del denunciante al ver que su campaña no levanta; y esto sin olvidar las lamentables muertes de muchos candidatos, pues una sola muerte, del suyo, ya es demasiado.
De todo ha habido, pellizcos, mordidas, patadas y manazos; lo único ausente fue una política de altura, una nueva estrategia para captar electores y vencer al abstencionismo, ese abstencionismo que seguramente será el amo y señor el próximo 02 de junio, sinceramente, espero equivocarme.
Pues desde ahora todos los candidatos ya se proclaman los vencedores de la contienda, pero también desde ahora se amarran el dedo, sobre todo aquellos que muy dentro de sí se saben perdedores y que desde este momento justifican su futura derrota argumentando fraudes electorales. Sin embargo, los candidatos, sobre todo los locales, perdieron la oportunidad de congraciarse con la ciudadanía; los debates eran el momento y los desaprovecharon con dimes y diretes.
La oportunidad tirada a la basura, la confianza desperdiciada, la esperanza se vende con promesas de asistencialismo aún a costa de insinuar que el trabajar es malo; el próximo 02 de junio podremos ver los efectos de una política a la antigua.
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.