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La nostalgia de lo que ya no está

Blanca Vargas
4 Min de Lectura

POR EL DERECHO A EXISTIR

En días pasados visité algunos recuerdos, las fotografías fueron el pase de acceso que presentaron hacia mí una cantidad de emociones y sentimientos encontrados al paso del tiempo, tiempo a veces tirano, pero casi siempre benévolo en su paso.

Risas, personas, paisajes y aromas se unieron al concierto de los recuerdos, -y mire usted- que la fotografía impresa conserva y aumenta su valor de vez en vez. Encontré fotografías de compañeras y compañeros de primaria, y campos llenos de flores rosas de esas que les llamamos mirasoles, (que en septiembre y octubre tapizan de rosa los paisajes), cosas que no volverán, porque poco a poco y cada vez más a paso acelerado, la construcción inmobiliaria se adueña de espacios que antes fueron los campos de juego de una niñez que vivió sin celular, trepando árboles y usando la imaginación para captar la mayor cantidad de capulines.

Y sin querer, me hice presa de la nostalgia de lo que ya no está, de quienes ya no están, de los sonidos que antes fueron, las imágenes frente a mi mostraban sonrisas que viven y perduran en la memoria, pronto se sintió un algo raro, el encuentro de las emociones, me pareció increíble la experiencia sensorial de una fotografía.

El paso acelerado de la tecnología y esta liquidez de la que nos habla Bauman adquirieron total sentido, la rapidez con la que suceden tantas cosas, que nos hace de pronto nublarnos o alinearnos de las cosas, personas, momentos.

A veces cuando manejo, pienso en disfrutar lo que a mi vista está, esas espectaculares puestas de sol, a veces con un rojo intenso, otras pintadas de naranja, algunos helados días nos presentan neblina y nos complica un poco el tránsito, pero es eso, lo que está frente a nosotros y lo que un día no será.

Una de las fotografías daba cuenta de las pocas casas que existían 25 años atrás en mi comunidad, al paso de los años la fotografía se encentra un poco invertida y ahora son pocos los espacios verdes, rosas y amarillos, porque, dicho sea de paso, en la región de donde soy estos meses son el manjar para las aves dado que se esparce el nabo (que tiene una flor blanca), la vaina y los mirasoles.

Particularmente este año ha sido bendecido, por la cantidad de lluvia que no se había dado en otras ocasiones, eso ha permitido una mayor cantidad de flores de lo que se estaba haciendo habitual, también la cosecha de duraznos, peras, manzanas e higos fueron bastante favorecidas, pronto vendrá el tiempo de los chapulines, que son otra historia que contar de cómo saltan al paso que se da.

En fin, fui presa de aquello que ya fue, con la posibilidad de seguir narrando desde este espacio lo que vendrá, seguro que todo cambiará y como reza aquella frase de Heráclito: “Nadie se baña dos veces en el mismo río, porque todo cambia en el río y en quien se baña”.

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