EL PEQUEÑO TIMMY
La 65 Legislatura de Hidalgo presumió constantemente ser “la legislatura de la inclusión”, la más trabajadora y la más productiva, sin embargo, el ridículo llegó cuando en lugar de ser lo que tanto presumían, se convirtieron en la Legislatura “Se interrumpe la sesión porque no hay quórum”, se convirtieron en diputados faltistas con faltas “justificadas” que cobraron un salario por trabajo que no hicieron.
La 65 Legislatura que estuvo presidida el primer año por Jorge Hernández Araus, ex diputado de Morena acusado de nepotismo por meter a trabajar a sus familiares en el Congreso, y por algunas observaciones hechas a su administración, mismas que asegura ya fueron solventadas, fue la Legislatura que más iniciativas metió pero que no pudo dictaminar.
Iniciativas, en las que la corrección de estilo pareció ser una constante, es decir una iniciativa para que en la constitución se agreguen los artículos las y los, para que se agregue este u otro término, para que diga que especifique algunos sectores, etc. Es decir correcciones de género, plurales o singulares, de sectores o palabras, le dieron un salario por tres años a un grupo de 30 diputados de los cuales al menos 10 siempre estuvieron fuera de las sesiones.
La legislatura que estuvo también presidida por Julio Valera Piedras del PRI dejó mucho que desear con horarios de sesiones casi al medio día, con retrasos de más de 20 minutos y con un gran grupo de diputados maletas que no tenían ni la remota idea del trabajo que tenían que realizar desde el congreso y se dedicaban a farolear con sus conocidos “lo influyentes” que en su momento eran, razones por las que varios de sus conocidos ahora se ríen, pues algunos regresaron a ser lo que siempre han sido, nada.
La legislatura de la vergüenza dejó en la congeladora 374 iniciativas, es decir 374 propuestas que quedaron registradas dentro del trabajo legislativo, pero que no fueron dictaminadas, mismas por las que varios diputados no tuvieron tiempo para darles salida ya que su venerable tiempo lo ocupaban para ir al baño, comer tras banderas, irse a almorzar, hablar por teléfono, fumar e incluso promoverse en campañas políticas disfrazadas de apoyos prematuros a las comunidades donde buscarían votos para sus campañas presidenciales.
Esta Legislatura que también estuvo presidida por Jesús Osiris Leines, entonces diputado del Partido del Trabajo (PT), dejó muchos pendientes, dejó mucho que desear, y evidenció no sólo la poca asistencia e interés de al menos 12 perfiles que llegaron a cobrar un salario sin tener la remota idea del trabajo que hace un diputado, 12 o incluso más diputados y diputadas que nunca trabajaron por el pueblo, que se colgaron como parásitos a iniciativas de otros, una Legislatura hipócrita que promovía la inclusión pero por atrás ejercía un alto grado de violencia de género en contra de algunas diputadas.
Sin duda alguna, la 65 Legislatura de Hidalgo pasará a la historia como la legislatura trompa de olán, la más habladora, la más simuladora, la más violenta pasiva, la más inútil, la más vendida, la menos opositora, la menos productiva si de resultados se debe hablar, la del inútil café literario que no sirvió más que para elitizar nuevamente un espacio cultural en Hidalgo, la legislatura de la vergüenza, la que sin una orden estatal o federal no sirvió para nada, la legislatura que presume autonomía pero que no la ejerció nunca, en fin…
Ahí en el Congreso local, quedó una placa con los nombres de las y los diputados que pertenecieron a este cochinero, y salvo contados perfiles que también quedarán sucios por las curules que tuvieron en su periferia, todos estos serán conocidos como los integrantes de la Legislatura de la Vergüenza, título que tendrán al menos por tres años, porque nunca falta otro grupo de inútiles que supere el récord de sus antecesores.