POR EL DERECHO A EXISTIR
Llegó el ocho de marzo y casi sin querer se siente que un fantasma recorre las calles, y esta vez no se trata del comunismo, sino de la indignación que ha desatado la violencia contra las mujeres y niñas.
En el estado de Hidalgo, día tras día suben fichas de búsqueda de personas desaparecidas, y en este contexto de abruma se piensa en la insoportable idea de que la violencia nos arranque la esperanza y la alegría, de que nos robe los sueños y las ganas de disfrutar incluso de lo más básico que podría deleitarse de caminar en los espacios públicos, las calles, los parques…
Una de las trampas más ficticias del famosísimo patriarcado es cooptar a las feministas y con ello pensar que su llegada resolverá los problemas, pero la realidad nos pega en la cara, se convierte en una falacia, dado que las estructuras de poder corrompen y a menudo mujeres que solían gritar “justicia” en las calles, son las mismas que hoy justifican los dichos de los hombres de poder.
No se cambia la realidad ocultando los datos, las mujeres y niñas viven una tensión de avance y retroceso en algunos aspectos parecería que avanzamos a pasos agigantados y en otros aspectos básicos como el acceso a la justicia continúan siendo los lastres que impiden las máximas aspiraciones de una sociedad igualitaria.
Los feminicidios y la violencia familiar encuentran asidero cuando el Estado falla, cuando sus instituciones responden con impunidad, y las víctimas se quedan en indefensión, esa es la fórmula que perpetúa las desigualdades.
Un aspecto por demás imperante es la normalización de la violencia o es tanta la bruma que preferimos mirar a un lado, o es simplemente la indiferencia social, pero, ¡qué caótico es adoptar medidas permanentes de seguridad! Casi sin querer las mujeres encontramos protocolos, conscientes o no, de cuidado.
“Avísame cuando llegues”, es casi el deseo más auténtico después de un encuentro, es el pequeño acto de amor, cuidado y ternura que hemos desarrollado las mujeres, como una complicidad, esa complicidad que se reúne con las experiencias vividas, con las formas de cuidarnos en un sistema que constantemente nos vulnera.
La insoportable idea de no volverte a ver nunca más es la que nos hace salir a las calles, gritar consignas, romper los vidrios, rayar las paredes, porque te prefiero viva, siempre viva, porque el 8 de marzo es el día que hemos tomado para que como dice Vivir Quintana: “¡Qué tiemble el Estado, los cielos, las calles, que teman los jueces y los judiciales, hoy a las mujeres nos quitan la calma, nos sembraron miedo, nos crecieron alas!”.