PEDAZOS DE VIDA
Desde hace un par de años, he sentido una compañía silenciosa a mi lado. Nunca la vi, jamás escuché su voz, pero algo en mi interior me hacía notar que no estaba solo. A veces, cuando el viento no soplaba, las cortinas se movían con suavidad. En las noches más oscuras, la cama se hundía ligeramente como si alguien se sentara en el borde, sí ya sé, dirás que todo esto era para alarmarse; sin embargo, no me asustaba; de hecho, a veces me reconfortaba. Era como una presencia discreta que simplemente… era lo que imaginaba, porque con el cansancio del trabajo seguramente esa presencia sólo estaba en mi mente.
Con los años dejé de cuestionarlo. Llegué a pensar que tal vez era mi mente la que necesitaba inventar compañía. Hasta que conocí a él.
Una tarde nublada, mientras caminaba por el parque, un hombre se me acercó como si me hubiera estado esperando. Tenía un aspecto extraño: vestía con ropa que parecía nueva pero de una época vieja, elegante, quizá, pero ridículo para presentarse así, ya sé, quizá fui demasiado prejuicioso pero eso me pareció. Él estaba completamente cómodo en su rareza. Sus ojos brillaban con una intensidad inquietante.
- Te acompaña – me dijo, sin saludo previo.
Me detuve, confundido.
- ¿Quién?
- El que está a tu lado —respondió, señalando el aire vacío junto a mí.
Reí nervioso.
- No hay nadie…
El desconocido sonrió con lástima.
- Para ti siempre ha estado. Lo sientes, ¿No? Pero nunca lo ves.
Sentí un escalofrío recorrerme la espalda. ¿Cómo podía saberlo? Antes de que pudiera preguntar algo más, él mismo comenzó a desvanecerse frente a mis ojos. Su cuerpo se volvió traslúcido como el reflejo en una ventana sucia. Entonces, entendí.
- ¿Tú… eres un fantasma? – susurré.
- Lo soy – asintió, y nuevamente volvió a materializarse.
- Puedo tomar forma cuando lo deseo, en cambio el miserable que viene contigo, no puede hacerlo, pasará mucho tiempo para que lo logre -.
Miré al vacío junto a mí con una mezcla de temor y curiosidad.
- ¿Y… él? ¿Qué quiere de mí?
El fantasma materializado sonrió, como si la respuesta fuera evidente.
- Si quisiera hacerte daño, ya lo hubiera intentado, simplemente no ha sabido cómo retirarse, no sabe cómo irse y se ha refugiado en tu nostalgia, en tu tristeza, en la melancolía que desde hace tiempo ha comenzado a consumirte.
La figura se desvaneció y yo traté de ignorarla, pero cada vez que sucede algo extraño, como ese movimiento de cortina, o cuando el frío recorre mi piel, me acuerdo de aquella visión, quizá no estoy solo pero también en este mundo material tampoco estoy acompañado. Es como una moneda a la que no le puedes ver de una sola vez las dos caras, siempre tienes que voltearla y si la vez en un espejo la moneda del espejo no es real, así sucede con mi fantasma, si es que en verdad existe y no lo he imaginado yo.

