PIDO LA PALABRA
Cuando creemos que vamos avanzado, la realidad nos pone un garrotazo de regular tamaño y nos obliga nuevamente a poner los pies en la tierra; la efímera excitación del progreso y del cambio positivo esperado se convierte en la eterna lucha contra la frustración por el fracaso, y entonces, nuestro hermoso carruaje de cuento de hadas se convierte en calabaza… pero seguimos adelante, nos vamos a pie buscando nuestro próximo molino de viento para desahogar nuestro valor reprimido.
Esa es la vida, una mezcla de sentimientos, una revoltura de planes y metas, inalcanzables algunas, que terminan por abrumarnos, pero que, a la vez, son el traje a la medida para los grandes espíritus, los eternos buscadores de la cueva de las orquídeas susurrantes.
Ese desanimo con el que materializo mi pensamiento se lo debo en gran parte a la política; no avanzamos, y eso es sinónimo de retroceder, cuando cándidamente creímos que había comenzado una nueva generación de políticos y en consecuencia una nueva tesis para convencer en lugar de vencer; al final del sexenio, mi ingenuidad termina por estrellarse cual huevo en la sartén con los otros datos.
Nuestra voluntad pretende ser manipulada cada día, cada mañana, a cada momento; nuestra decisión es presa, y, por lo tanto, susceptible de ser vulnerada por intereses mezquinos, intereses de grupo en donde imperan los intereses personales a corto plazo, sin importar el despeñadero al que estamos llegando.
Es el sentir de mucha gente, ciudadanos que no atinan a oponerse por temor a no aparecer en la lista de traidores a la patria, o se nos pretenda iniciar un juicio político por el solo “delito” de pensar o votar diferente al resto de la multitud, pues en delito se está convirtiendo el navegar contra corriente.
Un paso para adelante y muchos más para atrás, la indignidad es el signo de la época, aunque vociferemos que en privado somos bien valientes, nos damos cuenta que en público somos unos auténticos simuladores.
Todos sumidos en la tristeza salvadora y oportuna, nos perdimos la bola rápida de los incrementos a las gasolinas que hoy le damos el nombre de actualización en el precio; nos hemos perdido en la justicia distributiva que solo genera frustración en los que aportan e indolencia de los que reciben; perdidos en las remesas que en lugar de darnos gusto, nos debería dar pena, pues son el indicativo de que no hemos podido lograr adentro lo que nos llega de afuera, bienvenidas desde luego, pero ya que nos gusta hablar de soberanía, no olvidemos que ésta significa autodeterminación y no depender de factores externos.
Estamos llegando al final del camino, y hay quienes se la pasaron todo el tiempo tratando de justificar lo injustificable, presumir lo que no existía, vanagloriarse con inauguraciones en retazos, todo ello con el único objetivo de no reconocer su equivocación, o bien porque así convenía a sus intereses; amigos a los que preferí no decirles el “te lo dije” porque en lo personal le dí más valor a la amistad que a la política, esperando que tantos topes en la pared pudiese despertarlos; algunos reaccionaron, otros siguen en el sueño de los justos. También hay que reconocer que no todo fue malo, pero fueron más los pasos hacia atrás que aquellos que dimos para adelante.
Sea cual sea la respuesta, todo esto no me deja la menor duda, estamos siguiendo la estrategia del Cangrejo, vamos avanzando para atrás, pero conservo la esperanza de que la caída se detenga pronto.
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.