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jueves, marzo 13, 2025

Humanismo mexicano: orígenes y perspectivas

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TIEMPO ESENCIAL DE HIDALGO

La relación de las humanidades con la ciencia y tecnología fue desdeñada por el gobierno mexicano, hasta la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la República.

Durante el viejo régimen neoliberal, ciencia y tecnología formaron parte de una política nacional dirigida a impulsar la integración de nuestro país al desarrollo industrial, supeditado a las demandas del mercado global. Este proceso resultó contraproducente a los intereses nacionales, volviéndonos cada vez más dependientes de la lógica y los intereses del capital trasnacional.

Al iniciar la Cuarta Transformación de la vida pública nacional, el nuevo régimen planteó como un objetivo fundamental, dotar al país de una sólida base humanística que revirtiera la enajenación cultural del proyecto neoliberal que obligó a la inteligencia mexicana, a tomar distancia  del proyecto nacional, gestado en las grandes etapas de nuestra historia: independencia y reforma en el siglo XIX y revolución mexicana durante el siglo XX.   

La estrategia para revertir esa tendencia, consistió en  sustentar el nuevo proyecto de desarrollo, en el reconocimiento del  sincretismo cultural y social, fraguado en el choque de la  civilización occidental y las culturas autóctonas, que ha  caracterizado y jalonado la vida nacional a lo largo de su historia, al que el presidente López Obrador le denominó Humanismo mexicano. 

Y fue cuando el primer gobierno de la cuarta transformación decidió integrar a las humanidades con la  investigación científica y tecnológica,  en el entendido que el modelo de desarrollo capitalista transnacional, no fue ni será capaz de resolver a fondo las disparidades de la sociedad mexicana, ni  consiguió llevar a cabo los cambios estructurales que permitieran  la  simbiosis del poder científico y el cultural,  para dar paso a una sociedad moderna con una perspectiva inclusiva, solidaria y democrática.  

  Para lograr tal desafío, el antiguo Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) agregó a sus funciones a las humanidades (CONAHCyT)  y, ya en el nuevo sexenio, elevando esa instancia a Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación (SECITHI); identidad que revela la importancia estratégica de dichos campos del  saber  en el proyecto de transformación nacional deseado.

  La recuperación  del humanismo en las políticas de desarrollo ha comenzado a dar sus frutos, no sólo en la agenda de gobierno, sino en el creciente interés público por intervenir en la definición del rumbo que ha de seguir la nación  en el campo de la producción del conocimiento y su impacto social. Afortunadamente, la vida pública  está impulsando la participación social como nunca antes en la historia del país; apoyándose en la libertad de expresión de la cual  gozan los ciudadanos y medios informativos, y  en las redes de difusión masiva,  desarrollado hasta ahora de manera pacífica; característica singular del movimiento de la cuarta transformación que la diferencia de las anteriores etapas de nuestra historia.  

El humanismo mexicano se  nutre  de diversas raíces, las más  notorias y dominantes, aportadas por las diversas culturas y procesos, algunos originados en las metrópolis y reproducidas por las elites criollas; las otras,  menos valoradas pero de mayor profundidad social,  preservadas por las culturas originarias de México y los demás países iberoamericanos.

Al consolidarse el movimiento de la cuarta transformación, surgen nuevas reflexiones y debates acerca de  la realidad mexicana, que dirigen su atención a  temas y problemas de género, migración, uso de tecnologías, medio ambiente, inteligencia artificial, globalización, corrupción y otros fenómenos marginados o no visibilizados en el pasado reciente. 

Mientras tanto, los conflictos del capitalismo global se agudizan con la hegemonía de los nuevos  imperios de la comunicación, la tecnología   y la industria bélica. Afortunadamente, México puede resistir el embate del barbarismo imperial que alarma al mundo,  gracias a la fortaleza cultural legada por las antiguas civilizaciones y la potencialidad de sus capacidades intelectuales; pero sobre todo, con la  recuperación de su memoria histórica, los valores culturales,  y la conciencia política  impulsadas por el  proyecto de la cuarta transformación.

Así pues, más que una ideología  o un proyecto de gobierno, el humanismo mexicano puede considerarse como un proceso creativo de fusión donde los más diversos saberes, sentires y pensares, recuperan y recrean la razón y sentido de lo mexicano recreadas  a lo largo de su experiencia histórica.  

  Es éste un tiempo de renacimiento en México, donde nuestro estado de Hidalgo no  puede quedar  ausente del gran debate nacional, en torno al impacto  en nuestra nación del  nuevo poder hegemónico mundial que acontece en tiempo real frente a nosotros; mientras  que la humanidad se estremece ante los cambios que se desatan en el mundo. 

¿Dónde están los espíritus libres, las inteligencias fecundas, las miradas visionarias capaces de “ver otros tiempos y navegar en otras tempestades” (a decir de Cicerón) en los negros océanos a los que la racionalidad del mal  parece condenar a la humanidad entera? ¿O será nuestro destino que, como  ha sucedido otras veces,  es que la historia pase de largo ante nuestras puertas sin que nos demos por enterados?


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