RETRATOS HABLADOS
Hay una necesidad constante de creer que, después de la tormenta, el horizonte quedará dibujado con esperanza que por necesidad habrá de convertirse en una realidad halagüeña, ajena a tantos malos presagios que siempre traen los nubarrones negros que tapizan los cielos de la desesperanza. Debe ser así, porque de lo contrario resultaría absurdo mantener una espera sin sentido, sin destino alguno.
Nos consuela, en esta época de perdones otorgados a retazos por el hombre poderoso del norte, que algún comprenderá la necesidad de comprender la naturaleza humana de todos, incluyéndolo, pero sabemos de antemano que no será así, que loco o no, está más allá de toda comprensión sobre esa posibilidad.
Lo mismo pasa en un país tan doliente como México, donde se encuentran campos de exterminio, solo comparables con los que implementaron los nazis para ocultar sus crímenes. Sin embargo, no pasa nada, y lo importante es encumbrar al que ya nombran como “único y legítimo heredero” del ex presidente que se fue, pero que nunca se ha ido, y con toda certeza, nunca se irá.
Somos un olvido por adelantado en esta cruda realidad que nos ha tocado vivir y sobrevivir, porque todo ha sido escrito con el ansia del poder, y la obsesión por conservarlos hasta que lleguen los que lleguen con sus mismas historias, en la que todo fue llevado a la destrucción, y por lo tanto ellos serán los que rescaten a la nación el desastre.
Nunca aprenderemos de la historia, y por eso estamos condenados a que siempre regresen los nubarrones negros, los malos presagios y el desaliento.
Es posible afirmar que Trump, Donald Trump, es producto de todo este mar enrarecido en que se ha transformado el ser humano, como nunca adorador de ídolos, de cínicos, porque ha caído en la cuenta de que no hay remedio, solución, alternativa alguna, y a lo anterior agregue usted que somos parte de una generación que empieza a despedirse de esta amarga realidad.
Tal vez, como única guía en este sendero sin luces, queda una luz diminuta pero constante, que al menos, es un consuelo, alumbrará la llegada del fin, del principio del olvido, del recuerdo que se extingue paso a paso, pero de manera definitiva.
Los hombres de poder se acostumbran a la extinción de sus supuestos enemigos. Pero es vital recuperar, aunque sea por instantes, la sensibilidad para no permitir que los campos de exterminio se vean como algo anecdótico, lógico en un país zarandeado por el crimen, la vileza y el cinismo.
Antes de ser muertos, invoquemos a la vida que mantenga en la memoria todo sufrimiento que padecen los que, pareciera, tuvieron como único destino ser desaparecidos, esfumados en un campo cualquiera del territorio mexicano, hasta ser convertidos en humo, solo humo.
Mil gracias, hasta mañana.
Correo: jeperalta@plazajuarez.mx
X: @JavierEPeralta