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martes, diciembre 3, 2024

Hacer las cosas “a la buena de Dios”

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UN ADULTO RESPONSABLE

“P. Sherman, calle Wallaby 42, Sidney…”

Dori, en Buscando a Nemo

Después de tantos corajes, preocupaciones y estrés, decidí dejar de tomarme las cosas tan en serio. ¿Para qué? Si después de todo, como diría Albertano: “Si el problema tiene solución, ¿pa qué te preocupas? Y si no tiene solución, ¿pa qué te preocupas?”. 

Lo malo es que suelo ser una persona extremista y ahora casi siempre estoy en la línea de “hacer las cosas a la buena de Dios”, como atinadamente describen personas allegadas a mí.

Y no, no es que no me importe que las cosas no salgan como las planeo o que piense que todo deba ser “al ahí se va”, sencillamente aprendí que por más que haga berrinche, me enoje o me deje llevar por la ansiedad, los problemas no se van resolver.

Es preciso hacer. Y cuando uno actúa y pone todo su esfuerzo, ya no está en sus manos que las cosas ocurran tal cual uno se las imagina, porque eso solo depende del de arriba. Hay que tener fe y volver a planear y ejecutar las veces que sean necesarias. El consejo de “que nunca se te cierre el mundo”, me parece que es el mejor que alguien te puede dar.

El verdadero problema es que soy terriblemente distraído y, sumado a mi presunto “valegorrismo”, la gente ha comenzado a pensar que nada me importa, que nada me lastima, que mis problemas, contados como chistes, no son graves.

El ejemplo que me viene a la mente es que hace unas cuantas semanas me pasó lo mismo un par de veces, perdí la cartera.

La primera vez quedé de verme con un amigo porque íbamos a hacer un viaje y justo cuando me disponía a pagar mi boleto, me di cuenta que no traía conmigo el cuadrito ese de cuero. Cuando llegó él, se estresó más que yo y hasta me acompañó a hacer la ruta desde que bajé del camión hasta la central, cuando estábamos viendo qué hacer, simplemente le dije: “No te preocupes, ya aparecerá” y enseguida sonó mi celular, era mi madre, diciendo que la contactaron porque habían encontrado mi cartera. 

Dinero ya no había, tarjetas del Tuzo, menos. Pero me la devolvieron con mi tarjeta de débito y el INE, más de lo que otros pueden contar.

La segunda ocurrió poco después, olvidé “la billetera” en el trabajo y a pesar de que sí me causó bastantes problemas, en otro tiempo “hubiera perdido la cabeza” y habría hecho hasta lo imposible por recuperarla en ese mismo instante, pero ahora simplemente pregunté si estaba en un lugar confiable y cuando supe que sí, dejé de preocuparme por eso y comencé a ver a futuro. ¿Cómo le haría para regresar a mi casa? 

Entonces creo que de eso va la vida, claro que hay que hacer planes, claro que hay que cumplir con nuestras responsabilidades, pero muchas veces las cosas no van a pasar como las planeamos y de hecho, el que eso suceda, es un verdadero milagro.

Entonces, más que preocuparnos/ enojarnos por lo que no podemos controlar (que muchas veces son las decisiones de la gente), hay que ocuparnos y resolver lo que sí, y celebrar cuando algo sea cuasi perfecto o nos salga genial.

Mucha gente dirá que esto que estoy diciendo es mediocre, y puede que así sea, pero en realidad conozco a muy poca gente que cumpla con la logística al 100 por ciento; y los que sí, se dedican a planear bodas o a liderar a “Los Simuladores”.

Yo ya viví mucho tiempo amargado, creyendo que las cosas debían salir perfectas, hoy estoy un poquito del otro lado, y sé que lo más importante es encontrar el equilibrio, pero mientras algo me obligue a hacerlo, estoy contento de saber que este camino de distracción lo he vivido contento y poniendo fe en que la humanidad será tan responsable como yo y me devolverá lo que perdí en aquel cajero automático, en la Iglesia o en Aurrerá.

Nota: Siempre voy a estar agradecido con el que me regresó mi título de Licenciatura, ese sí que era un documento importante.

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