RETRATOS HABLADOS
Hoy termina el primer mes del segundo semestre del año. Si usted recuerda, el día 02 de junio, buena parte de la población del país se levantó muy temprano para ir a votar. Fue una asistencia, si no histórica, sí interesante y copiosa. De un lado y otro, existían muchas expectativas, porque iba a suceder quién sabe qué acontecimiento que cambiaría el destino de la nación.
No sucedió nada extraordinario. Sucedió lo debía suceder, en un escenario que permitió desenmascarar muchos personajes de la política hidalguense, sobre los que todavía existía cierta esperanza de que la imagen que habían proyectado los últimos tiempos, fuera corregida, no solo para su bien, sino de nuestro Estado.
Despertamos sin ningún parte de novedades, porque no las hubo. Simplemente se confirmó que la gran maquinaria electoral en que se ha convertido Morena, había logrado, al pie de la letra, cada uno de sus objetivos, con triunfos aplastantes, lo mismo en la Presidencia de la República que en todas las presidencias municipales en juego, no se diga Cámara de diputados y la de Senadores.
Vimos en la mañana del día 03, no un panorama desolador, sí la cruda y dramática verdad, con una oposición vapuleada y sujeta a la lucha por sus despojos, entre una dirigencia comandada por un personaje lamentable, al que secundaron en todo momento sus altos y poco distinguidos acompañantes.
A nivel local, simplemente sucedió lo que tenía que suceder, con un personaje gris, soberbio y carente de toda iniciativa propia para, por lo menos, tener la posibilidad de equivocarse por sus propios medios. Ese fue y es el papel del presidente del Comité Directivo Estatal, del que ni siquiera recuerdo su nombre.
Y lo más lamentable, la caída definitiva de una de las mujeres con más trayectoria política, que, para muchos y muchas, representaba la verdadera participación femenina en la lucha por el poder, con un historial importante y primera candidata a gobernadora.
Nadie, en sus peores pesadillas, habría pensado que Carolina Viggiano Austria, habría mantenido un pacto de lealtad con Alejandro Moreno y compañía, porque se daba por hecho que su estancia en el partido que la había ninguneado hasta llevarla a buscar su lugar en el presídium a empujones, estaba concluida.
Pero no fue así. Decidió quedarse y con ello cerrar de manera lamentable, una de las carreras políticas más interesantes en territorio hidalguense.
Nos despertamos pues ese 03 de junio, sin que nada hubiera cambiado.
Cada cual desempeñó, a cabalidad, su papel; cada cual trabajó con intensidad para labrar su recuerdo.
Y algo importante: la victoria arrolladora en las urnas de Morena, de ninguna manera garantiza un legado histórico, porque es el tiempo quien otorga la calidad de “histórico”, no los triunfos de coyuntura, de estrategia. Porque en la victoria se conoce al que mantiene la humildad y es ajeno a la soberbia. Tampoco las derrotas abrumadoras mandan a la basura al adversario junto con su recuerdo. Hay que saber perder con dignidad y altura de miras.
Es lo que se hace con una victoria aplastante, lo que dibuja a un líder, a un estadista real. Al que nunca tuvo miras de estadista, lo deja así, sin posibilidades de serlo. Y a quien, derrotado, o derrotada, se empecina en creer su discurso al lado de bribones, ahí sí, labra su olvido en la memoria de los ciudadanos.
Mil gracias, hasta mañana.
@JavierEPeralta