El aroma a pólvora y buñuelos se funde con el intenso colorido de los trajes indígenas en el Santuario de la Virgen de Guadalupe, en el Centro Histórico de la Ciudad de Guatemala, donde miles de feligreses refrendaron este viernes su fe entre promesas cumplidas y una tradición generacional.
Entre la multitud destaca María Cristina Minde, de 57 años, quien viajó 80 kilómetros desde Tecpán (oeste) para cumplir una promesa sostenida durante 37 años: «Mi tercera hija era muy enfermiza, le pedí a la Virgen que me la protegiera. Gracias a Dios superó la enfermedad y este año se gradúa de médico».
La jornada, que para fieles como Minde implica llegar en ayunas y permanecer hasta 12 horas en el templo, es también un acto de gratitud para emprendedores jóvenes como Óscar Shar, originario de Santa María de Jesús, municipio de Sacatepéquez, a 50 kilómetros al sureste de la Ciudad de Guatemala.
Shar celebra cinco años de visitas consecutivas al Santuario, no solo por costumbre familiar, sino para agradecer el éxito de su negocio de decoración de eventos, bautizado ‘La Guadalupe’ en honor a la intercesión de la imagen que veneran en su hogar.
Bajo el estruendo de cohetes y el sabor tradicional de los molletes, estas historias individuales tejen el manto vivo de la ‘Morena del Tepeyac’ en el corazón de Guatemala.
La festividad honra a la advocación mariana cuyo relato de aparición se remonta a 1531 en el cerro del Tepeyac, en México, y cuya imagen impresa milagrosamente en el ayate de San Juan Diego la ha convertido en una de las figuras religiosas más veneradas de América Latina, siendo Patrona de México y Emperatriz de las Américas.


