RETRATOS HABLADOS
No hay nada como el tiempo para comprender lo que es más importante en los terrenos de la política, al menos para quien siempre ha ejercido el papel de observador. Con todo y que por momentos cunde la desesperación por observar la serie de especímenes que se cuelan a cargos de elección popular, y que esto ha llevado a la aventura política a connotados periodistas del país, uno de ellos el ya fallecido, Miguel Ángel Granados Chapa, casi siempre los resultados han sido negativos.
Muerto el 16 de octubre de 2011, -acabamos de cumlir 13 años de su partida-, el realmontense logró, sin embargo, despertar la conciencia de muchas personas sobre la honestidad intelectual, y la leal y real convicción de intentar hacer algo por su patria chica al aceptar contender por la gubernatura de la entidad.
Para suerte de muchos que lo leíamos cotidianamente, perdimos a un nuevo personaje de la política, pero conservamos al maestro del periodismo, desde donde trabajó hasta casi el día de su partida en la tarea de orientarnos acerca de los hechos políticos, sociales y económicos con base a un profundo conocimiento de los acontecimientos, pero fundamentalmente una visión que siempre buscó no tergiversar la realidad en beneficio de tal o cual corriente ideológica.
Pocos con una preparación académica tan amplia, pero sobre todo un conocimiento único del ejercicio del poder de primera mano. Conocía a los que ejercían el mando del país y confirmó que no siempre resultaban ser los más indicados. En ello, en la impaciencia para generar mejores condiciones de vida para sus paisanos, es que decidió aceptar la invitación a ser candidato a un cargo de elección popular.
Ante el escenario del tiempo prevalece su trabajo como periodista, su interés porque las nuevas generaciones se prepararen más.
El tiempo, le anotaba al arranque de este texto, nos muestra con más claridad lo que hasta hace 10, 20, 30 años, considerábamos una verdad casi absoluta cuando mirábamos los entretelones en que un grupo de personas peleaban por el poder.
El tiempo también nos invita a ser más reflexivos, porque de otro modo poco hubiera valido la pena tanta tinta, tantas palabras escritas.
Pocos hechos cambian en realidad. Las historias tienden a repetirse hasta el infinito, y la gracia de sobrevivir a nosotros mismos nos permite observar que guste o no, casi todo tiende a dividirse entre los que se dicen buenos, y a los que les dicen malos. Existe esta absurda separación que pretende crear de un lado seres inmaculados, y del otro a los condenados al mismo infierno.
No hay tal, y lo sabemos.
A lo largo de la constancia en el escribir casi todos los días, practicamos durante más tiempo de lo debido esa tendencia a ver el horizonte en solo dos posibilidades: negro o blanco.
Eso es falso, al final de cuentas los que suben al escenario son simples seres humanos, falibles, temerosos en ocasiones, plenos de desesperación en algunos momentos y sin respuesta para todo. Se parecen mucho, nos parecemos mucho, pero la diferencia es que nosotros solo observamos.
Es el tiempo el que lleva a pensar una y otra vez lo que se escribe, así solo sean unos cuantos los que se tomen el trabajo de leernos. Pero con eso es suficiente, porque casi siempre se escribe para uno mismo, y eso resulta ser lo más honesto.
El tiempo enseña que debemos pensar más, sembrar en el lector por lo menos la curiosidad por indagar algo más que los detalles curiosos del mundo de la política, para entrar al escenario del poder, que es justo donde el más cuerdo y preparado puede perder la razón.
Mil gracias, hasta mañana.
Correo: jeperalta@plazajuarez.mxX: @JavierEPeralta