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Hidalgo
martes, enero 14, 2025

Gracias a quien me ha alimentado

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UN ADULTO RESPONSABLE

  • “Yo el cariño lo demuestro a través de los platillos especiales que les preparo”

Dicho de Oscar, Jefe de Información

El otro día veía una imagen que decía: “Para mí cocinar es algo tan importante que tengo que quererte mucho para hacerte algún platillo”, y terminó sorprendiéndome el mucho rato que me quedé imaginando que hay gente que todavía tiene el privilegio de cocinar por gusto y no por necesidad; después pensé que ese no era el punto que quería abordar la imagen y terminé cavilando muchas otras cosas.

Por ejemplo, medité sobre una idea recurrente que siempre me ha gustado mucho, la frase atribuida a San Pablo, en su carta a los Tesalonicenses: “El que no trabaje, que no coma”, ya después fue bandera del socialismo y según algunos estudiados fue tergiversada, porque en realidad alude al capitalismo y unas cuantas rutas de pensamiento más elaboradas, pero regreso, porque otra vez me estoy desviando. La frase me gusta porque aunque fui criado en un hogar donde se cumplía este principio, agradezco profundamente cuando la gente me alimentó y “no lo merecía”, cuando lo hicieron simplemente por hospitalidad, por cortesía, por amistad y sobre todo, por amor. 

También reflexioné sobre en cuántas mesas he podido degustar de los sagrados alimentos, seguramente en unas 40 bien recibido, en unas 10 porque no les quedó de otra y en al menos 100 de restaurantes o fondas, parques o áreas extrañas, lugares donde aprendí que la melindrosidad no va conmigo y al picante hay que agarrarle el gusto, aunque sea a la de a fuerzas.

La comida me ha enseñado lecciones muy valiosas, además de las habituales como: “el que come callado, come más”, “siempre hay lugar para el postre”, “hay que comer de todo, porque nunca sabes el platillo que te va a sorprender”; también: “las cosas atascadas de un solo grupo de ingredientes nunca saben bien”, “tu estómago es sabio, hazle caso” y mi favorita: “un poco de sal deja las cosas insípidas, pero mucha deja tu platillo incomible”.

Y así se me va el tiempo entre pensamientos, tratando de hacer comparaciones entre la vida y la comida. Medité igualmente de las veces que la gente le agradeció a mi madre por un buen plato de comida casera, tras largas jornadas de hamburguesas, tacos y garnachas (algo que solo los foráneos podrán entender); las veces que pude combinar un buen plato con un buen amor; pero también las veces que dejé de estar en el aquí y el ahora y comí por mera obligación y no por una sana devoción a lo que sería mi alimento, que vaya que han sido varias, pero varias veces.

Y es que hoy, con el firme propósito de aprender a cocinar, veo que hay magia en las manos de los cocineros, porque no a todas las personas les quedan igual los platillos, aunque ocupen iguales ingredientes y recetas. El sazón existe, y como los peluqueros que tienen el don, cuando lo tienes, aunque andes triste y cuando no, aunque te prepares con mil cursos y recetas. Me alegro muchísimo de saber que las personas allegadas a mí lo tienen y que no necesitan trucos, porque quiere decir que mientras “me gane el pan de cada día”, voy a seguir comiendo delicioso.

Contrario a Mafalda, yo me decanto por la orden completa: sopita o arroz, guisado y el complemento, más el agua de limón que es buena para toda ocasión, y si no es así, siento que no he comido. Los caminos misteriosos de Dios me continuarán llevando por lugares cuyo centro son los alimentos y verdaderamente lo agradezco, porque veo que es la forma que mucha gente tiene para demostrar su amor. Y acabarme hasta la última cucharada, será siempre mi propia forma de decir gracias.
Nota: ¡Fuerza, Kari B.! Te mando un fuerte abrazo lleno de solidaridad, cualquier cosa en la que te pueda apoyar, sabes que cuentas conmigo.

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