Ya ni con un 3-0 pueden estar tranquilos en Mánchester. Esta frase, que hasta hace unas semanas siempre se hubiera atribuido al Manchester United, ha cruzado ahora de acera en la ciudad inglesa y apunta directamente a un Manchester City que dominaba plácidamente por 3-0 al Feyenoord y que regaló el empate en los quince minutos finales.
Por increíble que parezca, el City no solo no ganó el partido más sencillo para salir de su crisis de cinco derrotas seguidas, sino que regaló una de las remontadas más increíbles que ha visto nunca el Etihad Stadium y un Feyenoord que con 3-0 en contra lo veía todo perdido.
El doblete de Erling Haaland, primero de penalti y más tarde cazando un centro de Matheus Nunes, y el tanto de Ilkay Gündogan, con ayuda de un defensa que desvió la pelota, era un argumento más que suficiente para pensar que el City, con este resultado, tenía el partido ganado
Pero Josko Gvardiol, que acostumbra a tapar sus errores defensivos y su tibieza atrás con golazos, volvió a pecar de ingenuo como el fin de semana ante el Tottenham Hotspur. En una cesión de juvenil, le entregó en bandeja el 3-1 a Anis Hadj Moussa, que batió a Ederson y comenzó un runrún en el Etihad.
Siete minutos después, en el 82, un centro al segundo palo pilló a Guardiola desprevenido, porque otra vez el City se había dormido. El croata tenía que cubrir a dos jugadores, no llegó al centro y Jordan Lotomba tocó la pelota con la máxima precisión posible. El cuero entró entre el palo y Ederson y le quedó a Santiago Giménez para que el mexicano volviera a los terrenos de juego tras dos meses lesionado con gol.