LAGUNA DE VOCES
Terminada la puesta en escena, el hombre se levantó, tomó sus papeles, repasó lo hecho, y supo que había sido una excelente temporada, con seguridad igual a otras, pero nunca en un momento tan exacto, puntual, coyuntural como ahora les llaman. Siempre se había manejado por objetivos, con un cronograma bien elaborado para saber qué hacer por día hasta antes de la fecha exacta en que había sido contratado para cumplir la orden.
A veces pensaba incluso que era un asesino a sueldo, pero si comparaba las consecuencias de lo que él hacía con un simple crimen, resultaba lógico que su tarea era monumental, con trascendencia incluso histórica.
Así que está conforme con su papel en el mundo que le había tocado, en ese diminuto punto geográfico donde había ido a parar, pero para él resultaba un orgullo cada acción que cumplía, cada encargo que implicaba la movilización de miles de personas, siempre con un objetivo sustancial: allanar el camino para que quien le pagaba, algún día, asumiera el poder anhelado, soñado, casi saboreado en sus noches de insomnio.
Incluso él, el ejecutor, empezaba a pensar que hubiera sido el mejor de todos los que habían caminado por ese piso misterioso del enorme y horroroso edificio, construído con el dolor de amantes de las borracheras y cuando todos crudos y malolientes, habían sido obligados a pagar sus infracciones cagando botes de mezcla para el colado.
Cuando menos, se decía para sus adentros, es alguien a quien nadie se atreve a desobedecer, porque las consecuencias podían desde una santa madriza, hasta de plano desaparecer para siempre de este territorio de mortales.
No manda, ordena, reflexionaba, y descubría que desde que empezó a cumplir el papel que la había labrado un futuro, nunca dudó en obedecer simplemente. Por eso nunca tuvo aficiones ideológicas, vaya que ni amistad con una sola persona, porque se trataba de algo que seguramente nadie entendería.
Pero hoy se había vestido de gloria, aunque nadie lo supiera por supuesto. Él solo, sin otra ayuda que la orden recibida, había logrado hacer que la palabra de su ordenante, se cumpliera a pie de la letra, sin dudas, sin sospechas: había convertido la palabra de ese hombre en decisión tomada casi en el nivel divino.
Nadie le cree, está claro, pero sí el hombre que descubrió lo que representaba ese sujeto de lentes de miope a un nivel mayúsculo, pelo chino y un saco viejo de pana gris que siempre le acompañaba.
Pensó que era coincidencia cuando una vez le dijo: “a ver cómo lo haces, pero debo ser nombrado líder vitalicio, alteza serenísima de mi comarca”. La respuesta que le dio fue única, y tarde o temprano será leyenda: “será como usted dice, mañana a esta misma hora”.
Y así fue.
Después se coronó rey, emperador, Dios en vida, y todo lo que se llegó a conocer, hasta que enloquecido pidió el consuelo de la muerte, pero su mago particular se negó, porque la despedida de uno, representaba lo mismo para el otro.
Hoy se les ve en los caminos, uno con ademán de suprema autoridad que ordena a las hormigas que caminen para un lado o las aplasta. El otro, asegurándole que es obedecido no solo por esos pequeños insectos, sino por los otros, los que no dejan de amarlo y viven en casas, rancherías, caseríos.
Y es cierto, aunque nadie lo sepa, porque se han acostumbrado a obedecer simplemente, a ser lo que son.
Mil gracias, hasta mañana.
@JavierEPeralta