UN ADULTO RESPONSABLE
“El dolor es necesario y el amor es para siempre. Olvidemos esta historia y escribamos la siguiente…”
Mil tormentas
Morat
Dos semanas y se nos va el año, y es justo por estas fechas que las personas empezamos a reflexionar acerca de lo que nos trajo esta vuelta al sol. Generalmente deseamos acordarnos de las cosas buenas, de los momentos que disfrutamos y que, afortunadamente, muchas veces, compartimos con las personas que más queremos. Pero también, es inevitable recordar lo malo, quizá hasta tengamos un recuerdo físico de aquellos momentos que no fueron agradables, tal vez solo duela en el alma o a lo mejor es una extraña combinación de ambos, pero como la creencia en el Diablo y Dios, no puede existir uno sin el otro.
Antes de brindar por una feliz Navidad o por un próspero año nuevo, personalmente quiero hacer un trabajo de introspección y hacerme cargo de ese dolor que cargo, de todo lo negativo que guardé en mí durante este 2024. Claro, errores vamos a tener todos siempre, al final de cuentas somos humanos, pero también es tiempo de perdonarse y hacer todo lo posible por enmendar tanto lo que sabemos que hicimos mal, como también aquel dolor que no vimos que provocamos hasta que alguien más nos lo hizo saber.
Eliminar ese sentimiento siento que es imposible, de hecho, sentirlo es bueno, pues quiere decir que tenemos la capacidad de ser empáticos. Podrás creer o no en la conciencia, pero en mi caso es una maldita. Sí, me persigue en mi mente y aunque logro apaciguarla generalmente, está ahí, siempre a la espera.
El otro día estaba viendo la película de “Intensamente 2” y me identifiqué un montón con Riley, no solo porque en esta época de adulto a veces parece que “sentimos menos alegría”, sino porque en alguna temporada me sentí tan presionado por ser una “buena persona” que me olvidé de lo esencial: ser auténtico.
Tenemos malos ratos, tenemos momentos de furia, solemos dejarnos llevar por la ansiedad, la envidia y la apatía; y los queremos disfrazar o dejar de sentirlos tanto que se nos olvida que son parte de nosotros mismos. Llegaremos a un 2025 con mucha incertidumbre, con varios planes, sueños y metas, pero antes es necesario perdonarnos, ver con qué golpe aprendimos más; qué lección nos costó varias noches en vela.
Ojalá empecemos una nueva etapa abrazando también lo malo, los sentimientos necesarios y poco placenteros, porque si la comedia es tragedia más tiempo, es necesario vivir lo primero antes de reírnos como locos (el sueño). Lejos de hacer como que no pasa nada con esa persona a la que vamos a ver durante las fiestas, sería mejor hablar de lo que nos molestó, así el problema se haga más grande.
Yo por eso admiro a las personas que no tienen problema en cortar de raíz las relaciones que les hacen mal, tras varios intentos fallidos por llevar la fiesta en paz. No elegimos a nuestra familia, mucho menos a la extendida, no elegimos a los amigos que tienen los demás; y lo que no elegimos, no nos corresponde ni “arreglarlo” ni “hacer que funcione”.
Ojalá este diciembre lo pasemos con gente a la que queremos tener cerca, que podamos sacar nuestro dolor por medio de una plática o una aclaración de malos entendidos y en caso de que no, sepamos ser lo suficientemente sabios para entender que las diferencias son demasiado grandes como para acompañar a nuestra pareja, hijos y/o amigos a lugares donde sabemos que no somos bien recibidos.
La vida dura dos días, y no vale la pena hacer de la Navidad una fiesta mediocre llena de hipocresía, porque definitivamente eso es lo que no quisiera “El Niño Dios”. Hagámonos cargo de nuestro dolor, de nuestra ansiedad y acerquémonos a ofrecer una disculpa o dejemos que nos den una que venga realmente del corazón. Eso sí lo querría Diosito.