RETRATOS HABLADOS
Jorge Ibargüengoitia, escribió en 1974 una de sus obras más plenas de humor y gusto por burlarse de una sociedad, “Cuévano”, pero que de manera evidente refleja a la de todo el país. Porque a veces, si no es que siempre, la mejor alternativa ante un México que unas veces camina con prisa rumbo a una nueva era, y otras, vertiginoso va en reversa, es la risa, la consumación de la carcajada ante lo inevitable.
“Estas ruinas que ves” resulta ser el reflejo fiel de lo que sucede en el Revolucionario Institucional, porque Gloria, la mujer de la que se enamora al profesor Francisco, condenada a muerte del corazón si es víctima de un orgasmo, es una figura utilizada por Ibargüengoitia para recrear la vocación del país en la configuración de realidades poco menos que mágicas.
Atrás de todo este escenario, las ruinas son las minas inundadas y antes, fuente de la riqueza en Cuévano, para el caso es Guanajuato, o puede ser Pachuca.
El PRI es una ciudad desolada, plena de despojos, de ruinas, que pese a la certeza de que nunca, al menos en la vida de los humanos que presencian el drama, volverá a levantarse, porque simplemente ya no puede dar más, porque la riqueza que pudo haber tenido está agotada, y para colmo, fue inundado a propósito.
Y sí, Estas ruinas que ves, simplemente se quedarán ahí, en un edificio gigantesco de la avenida Insurgentes en la Ciudad de México, y otro en el bulevar Colosio de la capital hidalguense.
Con toda certeza lo mejor sería construir historias de humor, con su líder nacional y pandilla que lo acompaña, rostro inexpresivo, furia incontenible por salvarse, por no correr el destino de desgracia que persigue a los que saquearon hasta donde pudieron las ruinas de un partido, hoy en sin destino por ser posesión de un grupo pandilleril que decidió inundarlo como las minas que un tiempo parecían inagotables en lingotes de plata y oro.
Mil gracias, hasta el próximo lunes.
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