RETRATOS HABLADOS
En realidad, nos decimos unos a otros los habitantes de un mundo que ha dejado de existir, el cambio no ha sido nunca necesario en una sociedad como la nuestra. Así como estaba, siempre había funcionado para mal. Así como está, funcionará con los mismos resultados. Es una lástima, pero así es. Habernos ahorrado miles de muertos, producto de una revolución, tal vez sea la gran ganancia de estos tiempos, pero, lo sabemos quienes hoy mismo empezamos la amarga costumbre de hablarnos con la verdad: todo queda siempre igual, y muchas veces hasta peor.
Con lo anterior, nos negamos a nosotros mismos, porque confiábamos en que toda comunidad de seres humanos debe evolucionar, crecer, por lo tanto, ir hacia nuevos rumbos cada vez que se pueda, incluso cambiar por cambiar, así de vago y absurdo el deseo.
Sin embargo, no fue así. Nunca fue así, pero como todos, decidimos optar por la manera más fácil de heredar cierta memoria nuestra, con la idea simple, simplona pues, de que hablábamos por las mayorías, por los que callaban porque solo tenían como posesión el silencio. Pero necios, asumimos todo, incluso que podíamos reinventarles su lengua, en una de esas hasta la herencia mágica de reinventar el universo con su lenguaje.
Era falso. Lo sabíamos. Pero insistimos hasta la saciedad en esa idea, solo porque así nos veíamos vigías de un futuro que nunca llegó.
En realidad, no hacía falta cambiar nada, al menos no con la intervención humana.
Dejamos de escuchar a la misma naturaleza, el equilibrio lógico del planeta, del universo, porque así lo quisimos, porque la absurda soberbia del humano le hace creer ser la pieza clave del hormiguero donde habita.
Ahora vemos que el planeta, cuando quiere y lo desea, se puede deshacer de habitantes tan negligentes y fastidiosos, que incluso creen poder destruirlo, hacerlo polvo con míseras bombas nucleares. Aguanta, y mucho, pero cuando se harta, lanza huracanes, terremotos, se pone de frente ante un asteroide y acaba con todo, absolutamente todo.
Y si ni con eso, está el universo, que un día, de repente, sin anuncio de por medio, destruye miles y miles de planetas, galaxias enteras, y nada pasa, nada cambia.
Era falso que el cambio justificaba todo.
Era falso y hoy miramos que la sociedad, toda en su conjunto, se interesa nada en la política como eje de los cambios. No le interesa, y hacen bien, porque ese es asunto de políticos o los que informan de lo que hacen y dejan de hacer. A veces, por eso, nutre una sentida pena pasar tantos y tantos años, en medio de este río sin sentido que ejerce el poder, lo disfruta, pero no cambia nada, muchos menos los que cuentan esas invenciones.
Un trayecto tan diminuto, tan de al tiro efímero como es el nuestro, no era para dedicar buena parte de su extensión, a cosas tan inútiles como creer que la política va a cambiar o transformar la vida, porque además no hay nada qué cambiar, nada qué hacer, como no sea empujar una y otra vez la gigantesca piedra hasta la cumbre, y luego dejar que caiga una y otra vez. Igual que Sísifo.
Mil gracias, hasta mañana.
Correo: jeperalta@plazajuarez.mx
X: @JavierEPeralta