LUZ DEL PENSAMIENTO
Los recientes años se han caracterizado por ser una época globalmente convulsa; en medio oriente se vive una invasión y genocidio hacia el pueblo palestino por parte de Israel en un problema internacional sumamente complejo que no ha podido ser resuelto en décadas. Por otro lado, la guerra no deja de tener un espacio incluso en este siglo tan moderno, desde hace más de dos años el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania no ha hecho más que escalar, buena parte del territorio ucraniano ha sido invadido y despojado, otros se han rendido y unido al país rival; en el mundo, las cosas se han tensado y los niveles de amenaza se han hecho visibles.
El pasado jueves se confirmó la presencia de un misil intercontinental lanzado desde Rusia a Ucrania, países como Corea del Norte, China o Bielorrusia han mantenido su apoyo a este país; por otra parte, para Ucrania se ha concedido un apoyo económico y armamentístico. Los EE.UU han condonado deudas multimillonarias a dicha nación, e Inglaterra y Francia han mandado arsenal militar que los ucranianos han usado para contestar las agresiones. Lo preocupante de este nuevo suceso, en una guerra que se ha tratado por la hiperinformación como un evento más, es que dicha arma lanzada por el Kremlin es un dispositivo que puede almacenar y expulsar ojivas nucleares; sin embargo, a pesar de que en este caso no ha sido un ataque de tal calibre, la armada rusa sigue discutiendo sobre la posibilidad de modificar sus legislaciones sobre el armamento nuclear. Dirigentes de varios países han llamado a la calma, la paz y el cese al fuego. Tristemente sus intentos han sido en vano, pues mientras eso pasa, muchos países han tenido que tomar un bando y a otros la presión internacional los obligará a eso.
Este preámbulo es lo que augura y pone a México en una posición bastante complicada, sumado con ella muchos otros conflictos internacionales que han ocurrido estas semanas y que tienen mucha relación con lo anterior. Ya a inicios de mes la victoria contundente y arrasadora de Trump en Estados Unidos ha dejado para él y su partido una sensación de omnipotencia, de ser intocables y poder hacer lo que quieran ahora que están en el poder —acá este comportamiento está bien identificado para los mexicanos, pues, en nuestra política ya ha pasado algo similar—. No debe sonar extraño que los Estados Unidos y México en estos temas tengan muchas semejanzas, si bien la política y el contexto son diferentes, los comportamientos de nuestros políticos son bastante parecidos.
La nueva era Trump es más que una era para su partido, es una era para quienes representa y los intereses en común de mandatarios de todo el mundo. Hace un par de días se hizo viral la polémica afirmación del primer ministro de Ontario: Doug Ford, donde ha presionado para que el gobierno federal negocie un acuerdo bilateral con EE.UU, dejando fuera a México. A estas opiniones se sumó la de Chrystia Freeland y las viejas opiniones de Ken Salazar, ¿el motivo para intentar sacar a México del T-Mec? El mismo, que México tenga fructíferas relaciones comerciales con China. Ante esto, Sheinbaum ha confirmado que Trudeau, el primer ministro de Canadá, no está de acuerdo con sacar a México de este tratado. Aunque suene bien, aún no podemos cantar victoria, pues los tiempos convulsos modifican las opiniones de los votantes. En octubre de 2025, Canadá cambiará de primer ministro, un año antes de la revisión sexenal del T-Mec, que a diferencia de la que se celebrará este año, no será una simple reunión formal, y podrían darse —con el posible nuevo clima político— revisiones importantes o renegociaciones que pueden poner a México en aprietos.
El otro asunto, es China. Puede parecer que la relación con este país es casi nula, que orbita en nuestro consumo solo de vez en cuando, pero la realidad es que desde hace mucho más tiempo China ha tenido un papel crucial en la economía mexicana, siendo su segundo socio comercial más importante. De hecho, hay un principal acercamiento a la producción china cuando se trata de la industria automotriz, eléctrica y electrónica; ahora más que nunca ha surgido un desarrollo comercial entre ambos países que se ha internalizado fuertemente en la economía mexicana. Como afirma el experto del CETYS, Marco Urquidez: “China no es una amenaza ni para México ni para la región. Al contrario, el vínculo México-China celebra 50 años del establecimiento de relaciones diplomáticas, lo cual lo hace especialmente importante, en un contexto de crisis mundial”.
A pesar de lo bella que puede sonar esta relación económica con China, por los bajos precios de sus productos manufactureros e industriales, hay un problema debajo de este asunto. Durante este año han aparecido muchos documentales, reportajes y entrevistas que denuncian un problema claro: los productos chinos están desplazando, bajo una competencia desleal, a los productos mexicanos. En las ciudades surgen con mayor rapidez bodegas con productos a muy bajos precios y aunque las tiendas y emprendimientos locales también compran los mismos productos de origen chino, han llegado empresarios con grandes sumas de capital a desplazar las pequeñas y medianas empresas mexicanas. Claro que la solución no está solo en dejar de comprar productos chinos —puesto a que casi todos los productos de la economía global vienen de la fábrica más grande del mundo—, el consumo local es una solución poco redituable cuando los precios tienen abismales diferencias. Tal parece que México regresa de nuevo a los ochenta, donde los electrodomésticos, ropa y productos americanos desplazaban a las pequeñas empresas mexicanas, pero ahora, casi cincuenta años después, el desplazo viene de parte del gigante asiático. Y ahora dos bestias compiten en suelo mexicano.
Parece entonces que la solución es sencilla, que se modifiquen las políticas de México respecto a China, que se haga caso a la voz de Trump y Ford y se suban los aranceles al país asiático para evitar su malvado capitalismo pekinés y así poder regodearnos de la riqueza y abundancia yanqui. Pero como siempre, los problemas difíciles no se responden con soluciones fáciles, castigar a China con aranceles claro que sería muy útil para socios comerciales de EE.UU y Canadá, pues tirarían por la borda a muchos competidores, pero entre esos competidores estarán muchas pymes mexicanas que dependen de china como su productor global, desapareciendo el sustento para muchas familias y extinguiendo pequeños emprendimientos que salían a flote con estas mercancías. Desde otra óptica puede parecer que entonces deberíamos escoger el otro bando, aliarnos con China, Rusia y encontrar un novedoso camino bajo los BRICs, pero antes que tomar ese camino, este debería estar puesto en el terreno, pero históricamente, desde la gestión actual a las anteriores, no hay nada por el estilo cimbrado. No existen algún otro tipo de acuerdos con estos países y también es probable que no sería visto con buenos ojos para nuestro vecino del norte en este momento tan tenso.
México no está en una posición de tomar un bando, de escoger al “menos peor”, en realidad México está entre la espada y la pared. Depender de Estados Unidos o de China, vivir a la sombra de algunos de los dos países a causa de una inexistente independencia económica. El ex mandatario AMLO decía que México no es colonia de estos dos países, no lo es, es más como su sucursal. Igualmente, la dependencia mexicana al extranjero no es solo culpa de los gobiernos —debemos dejar de usar al gobierno como causa o excusa de todos los males, pues puede desenfocarlo de los que sí son su responsabilidad—. México históricamente jamás ha brillado por una autonomía o un periodo de luz y supremacía ni en el mundo ni su región; ver esto es desalentador y difícil. ¿Qué nos queda a los ciudadanos de pie que no tenemos voz ni voto en las grandes decisiones del país y del mundo? Esperar, esperar y actuar sobre el presente en lugar de angustiarse por el futuro, puesto que solo trabajando en el presente se edifica un buen devenir. Otra cosa que puede hacerse es organizarse, más cuando empresas extranjeras quieran hacer plantas que empobrezcan y envenenen el suelo y agua, presionar a autoridades cuando sea necesario que se hagan valer nuestros derechos y calidad de vida que depende de la economía, sobre todo, presionar para que estos tratados tengan movimientos ágiles con el exterior para mejorar la economía y no que nuestra economía mejore la ajena.