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lunes, septiembre 29, 2025

Enseñanzas del emperador Marco Aurelio

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Nacido el 26 de abril del año 121 de nuestra era en Roma, Italia, y muerto en Panonia, Austria, el 17 de marzo del 180 a los 59 años de edad, Marco Aurelio Antonio, más conocido como Marco Aurelio, y más en su carácter de emperador del Imperio Romano, escribió un libro fundamental en el ejercicio del poder, en ese entonces y ahora. Contra lo que se pueda pensar de la máxima autoridad romana, siempre ejemplificada por Calígula y Nerón, existieron personajes de altísimo nivel intelectual y filosófico, que dejaron enseñanzas que, hoy mismo, podrían hacer algo por los que gobiernan desde la visión contraria.

Resulta inocente pensar que pudieran enderezar su camino, pero cuando menos tendrían una ligera idea de lo que pudo haber sido, y ya no fue, de haber leído, a tiempo, a un personaje como Marco Aurelio. Le dejo parte fundamentales del texto citado:

“No olvides tampoco que la vida se limita para cada uno de nosotros al tiempo presente, que sólo es un fugaz intervalo; el resto de la existencia no existe, o es incierto. Por consiguiente, la vida de todo ser no representa casi nada; el lugar donde transcurre no es más que un rincón insignificante de la Tierra, y la reputación más duradera que uno deja tras de sí apenas si vale algo, pues se transmite mediante una sucesión a individuos insignificantes que, a su vez deben morir también, que no se conocen a ellos mismos y que, como es natural, conocen mucho menos todavía al que murió hace mucho tiempo.

“Para descansar se buscan las apacibles soledades del campo, las orillas del mar o las serenas montañas. Tú también deseas esto ardientemente y con frecuencia. Y, sin embargo, todo esto no es sino prueba de vulgaridad de espíritu, ya que en cualquier momento que elijamos podemos buscar un retiro incomparable dentro de nosotros mismos.

“Mientras tanto, acuérdate de esto: tú, como él, moriréis dentro de muy poco tiempo, y vuestro nombre será olvidado muy pronto.

“Suprime la forma y suprimirás el “se me ha herido”. Suprime “se me ha herido” y suprimirás el daño que crees haber recibido.

“Lo que no empeora al hombre tampoco empeora su vida ni le perjudica interior o exteriormente.

“El que se preocupa de su fama póstuma es que no piensa que todos los que se podrán acordar de él morirán también, y que lo mismo sucederá a los que vengan después, hasta que toda esta fama se desvanezca de igual modo al cabo de algunas generaciones.

“Aunque vivieses tres o treinta mil años, no olvides jamás que nadie pierde más vida que la que tiene, ni goza de otra vida distinta de la que pierde. Así pues, la vida más larga y la más corta vienen a ser lo mismo. El presente es de igual duración para todos y lo que se pierde es también igual y, en definitiva, sin importancia. En cambio, no podríamos perder ni el pasado ni lo venidero, porque ¿acaso se le puede arrebatar a uno lo que no tiene?

“¿Qué es, pues, lo único que puede guiarnos en este mundo? Una sola y única cosa: la filosofía. Esta consiste en velar por el genio que reside en nuestro interior, de suerte que no reciba ni afrenta ni heridas, que no se deje arrastrar por los placeres ni por los dolores, que no haga nada a la ventura, que no emplee los embustes ni la hipocresía, que no cuente nunca con lo que otro haga o deje de hacer, que acepte todo lo que suceda o que le corresponda como procedente de su mismo origen y, en fin, que aguarde la muerte con paciencia y no viendo en ella sino la disolución de los elementos que constituyen el organismo de todo ser viviente.

“Conserva el arte humilde que has aprendido, busca en él tu reposo y, puesto que has dejado voluntariamente tu destino al cuidado de los dioses, vive en paz el resto de tus días; no seas el tirano ni el esclavo de nadie.

“Luego ¿qué es, en suma, la fama imperecedera? Pura vanidad. ¿Qué debemos, pues, ambicionar y a qué dedicar todos nuestros cuidados? A esto únicamente: a tener pensamientos justos, acciones útiles a la sociedad, un lenguaje sinceramente riguroso y una conformidad absoluta con todos los accidentes de la vida, considerándolos como necesarios y familiares, puesto que provienen del mismo principio y del mismo origen que nosotros.

“Desde ahora en adelante, siempre que algún acontecimiento te cause pesadumbre ten presente esta máxima: “Sufrir percances no es una desgracia; en cambio, soportarlos con valor es una virtud meritoria”.

Mil gracias, hasta mañana.

Correo: jeperalta@plazajuarez.mx

X: @JavierEPeralta

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